martes, 21 de diciembre de 2010

Episodio 23: Final del juego.

Cuando escuchás el celular, estabas profundamente dormida. Era un sueño de esos que te dejan sensación de ahogo. No recordás bien. Reaccionás y mirás el celular. Es de un número no identificado. Cuando vas a atender, cortan. Volvés a dormitarte. No sabés cuanto tiempo después, pero vuelve a sonar. Atendés directamente. Del otro lado una voz muy grave. Te preguntan si conocés a Menéndez, Juan. Dudás el apellido e inmediatamente salteás la respuesta y preguntás que le pasó. Te dicen que llaman del hospital, que están llamando a este número porque es el último que tenía marcado el paciente desde su celular, si por favor te podés acercar, que está internado. Te despertás de golpe. El hombre te dice que no te pueden suministrar más información por teléfono. Te pasan los datos del hospital y cortás. Buscás el teléfono de tu hermano en la agenda del celular. Desistís. Llamás a Javier, el amigo en común con Juan. Le explicás, como podés, y quedan en encontrarse en el hospital. Te ponés la ropa que te habías sacado, agarrás la cartera y bajás rápido. Tomás el primer taxi que pasa. Estás agitada. No sabés que pasó. No sabés como está él. Si le paso algo, sabés que es por culpa tuya. Preguntás en recepción ni bien llegás. Ni sabés cuanto le habías dejado de propina al taxista. Te dicen que está en terapia intensiva, en el cuarto piso. Subís el ascensor y el viaje se hace interminable. Lo que no querías creer, es así. Está grave. Por fin llega el ascensor al cuarto. Preguntás a una enfermera que sale de intensiva y te dice que está en la 423, pero que no se puede… no te importa nada, te mandás antes de que ella termine la frase. Entrás corriendo. Escuchás que te gritan “señora, voy a llamar a seguridad, no puede estar aquí”. Ahí mismo entrás al cuarto que te indicaron. Lo vés a Juan. Todo entubado. Largás el llanto que la angustia en tu pecho te pedía. No podés creerlo. Trabás la puerta y te le acercás. Te sentás al lado y le decís: “Juan, soy yo. Cecilia. Por favor, no me dejés. No te lo dije porque quería esperar un tiempo prudencial, pero en tan poco tiempo me di cuenta que te amo. Sos mi amor. Necesito que estés acá conmigo. Perdón por hacerte esto”. Lo tomás de la mano, llorás encima de él, observás como tiene vendas por todos lados y la cara totalmente desfigurada. Escuchás que intentan abrir la puerta y seguido una mujer pidiendo que traigan la llave. Vos seguís llorando. No podés parar. Darías tu vida a cambio de que Juan se recupere. Una vez que abren la puerta, te parás y sola te retirás. La enfermera se compadece y te toma del hombro. Te acompaña a la sala de espera.

Lográs contener el llanto. Ya te están ardiendo los ojos. Ves que llega Javier, viene y te abraza. Se abrazan muy fuerte los dos. Le preguntás a quién más le tienen que avisar que Juan está ahí, pero te recuerda que no tiene familiares cercanos. Ahí te acordás de una charla que tuvieron con Juan, donde te contó la tragedia que sufrieron sus padres. Sale la enfermera y le preguntás que le pasó. Te dice que lo encontraron así, tirado en la calle, tras una riña callejera. Preguntás la dirección y comprobás que era en la casa de Dani. Justo te llama tu hermano, atendés y le contás todo. Se corta la comunicación. Volvés con la enfermera y le preguntás si se va a mejorar, te dice que el pronóstico es reservado. Nunca entendiste bien ese término, pero te suena jodido.

Se quedan hablando por un rato largo con Javier. Pasan las horas y nada. De a ratos conseguís olvidarte de lo que pasa, pero en seguida volvés. Tras varias horas, se comunica de vuelta tu hermano. Te dice que le hizo una visita a Dani y que ya no te va a molestar más. Preferís no profundizar y evitás los detalles. Le decís que a la noche hablan bien.

Ahora tu cabeza está más confundida. De a ratos pensas en tu ex, de a ratos en el amor que tenés por Juan. Tratás de seguir lo que Javier te dice, pero te cuesta. Por fin sale una doctora que pregunta: “¿Menéndez, Juan?”. Enseguida se acercan a ella. Les dice que el cuadro de él era complicado, pero ya se estabilizó. Que estará internado por 48 horas, sólo para observación, pero que cree que su recuperación será total. Le agradecen y se va. Lo mirás a Javier y le decís que salís a comprar cigarrillos. Cuando bajás, agarrás tu celular y tu documento personal. Salís del hospital y en el primer tacho los tirás. Encendés un Lucky y empezás a caminar sin destino. Ya decidiste empezar todo desde cero, armar una vida nueva.


(Gracias a todos los que en algún momento siguieron la historia, y nos encontramos en la próxima. Abrazos y pura vida.)

martes, 14 de diciembre de 2010

Episodio 22: Valiente

Le preguntás a Juan si te cree que ese hombre era Dani y te pide que te calmes. Te dice que te tranquilices y le reiterás la pregunta. Te contesta que sí, pero que ahora no pueden hacer nada. Empezás a pensar, no querés que te tomen por loca. Cada vez vas llorando menos, tu atención está puesta en el pensar como seguir. Se te acerca el policía y te pregunta si vas a hacer la denuncia. Lo pensás y desistís. Te ofrece ayuda y también le contestás que no. Lo mirás a Juan y le decís: “sé que no soy quién para involucrarte pero siento cosas por vos y quiero que me creas. Vamos a buscarlo a Dani a la casa para que veas que no miento. Por favor. “. Te mira y no tan seguro te contesta que sí, que van a ir cuando estés más tranquila. Le decís que ahora querés ir para la casa de tu ex, él traga saliva y acepta.

Suben a un taxi, no te importa nada. Querés ya llegar para demostrarle que no estás loca. Ese hombre que negaba su identidad, es quién vos decís. No podés estar tan errada. ¿Cómo podrías? El taxi avanza y el silencio es atroz. Juan te agarra la mano y mucho no te importa. Te empieza a acariciar la palma. A vos sólo te importa llegar para demostrarlo. Él intenta darte charla pero vos sos cortante. Estás enceguecida por una meta: que Juan te crea. Sabés que él tiene sus dudas y te apena un poco eso. Aunque también sabés que no le podés exigir más que lo que te está dando esa persona que hace poco era un total desconocido en tu vida. Ahí te detenés mentalmente un segundo. Dudás sobre lo que estás haciendo, sobre las consecuencias, pero inmediatamente volvés al estado anterior. Aún con más fuerza. Con esa duda sólo reforzaste tu estado de ira y de convicción por querer demostrar. Están llegando y viene otra duda: ¿una vez que lo vea, qué onda? Decidís dejarlo al azar. Por una vez en tu vida tenés que estar entregada a lo que pase, no podés programar todo.

Recién cuando le decís al taxista que en un par de cuadras es el lugar, sentís que al lado tuyo tenés un hombre de verdad. Bien valiente. Lo escuchás a Juan decirte: “no voy a permitir que te pase nada. Yo me bajo acá, lo espero hasta que llegue ese hombre y veré que tengo que hacer. Pero no te voy a poner en riesgo, de ninguna manera”. Te da entre ternura y desconcierto. Intentás negarte pero su convicción es muy fuerte. Te pide que lo esperés en tu casa que en cuanto termine de comprobar lo que decís y de ver cómo resolver lo que te está haciendo tu ex, va para allá. Se baja del taxi, te da un beso, te pide que no te preocupes que él va a estar bien. Cuando le querés decir que deseás que no le pase nada, te calla y le dice al taxista tu dirección. Vos le marcás la puerta exacta de donde vive Dani y comenzás a lagrimear. Ves como cierra la puerta del vehículo. Saludás con la mano y no lo querés perder de vista. Lo seguís mirando hasta que el taxi dobla en una esquina.

“¿Qué estoy haciendo?”, te preguntás. Empezás a pensar que enloqueciste. ¿Y si en realidad flasheaste cualquiera y estás entrando en un estado desconocido? ¿Acaso acusaste a un hombre cualquiera de ser quién te está persiguiendo? Y si no, ¿de qué se trata tu reacción? ¿Mirá si pusiste en riesgo la vida del hombre que recién estabas empezando a conocer? ¿Qué le hará a Dani? Extrañás el estado de furia donde las dudas no te acompañaban. Vés como el taxi avanza y tu desconcierto también. Llegan a tu casa, le vas a pagar y el taxista te dice que tu acompañante ya le pagó. ¿Cuándo fue eso? Te das cuenta que necesitás descasar urgente. Subís rápido a tu departamento, te sacás la ropa y agarrás el celular. Querés hablar con alguien y al mismo tiempo no querés involucrar a nadie más. Tu mamá, se va a asustar. Tu amiga Julia, no es el momento de volver a verla. Tu hermano, puede hacer desastres. Te acostás, ponés una película a ver si te dormís. No te concentrás ni de casualidad en lo que vés. Esperás que te llame Juan rápido con novedades. Respirás profundo, te concentrás en tu respiración y te quedás profundamente dormida como si te resignaras a que sea lo que Dios quiera.

(Los lectores decidieron que llaman del hospital que le pasó algo a Juan.)

martes, 7 de diciembre de 2010

Episodio 21: ¿Es tu ex?

Respirás profundo. Te cuesta. Respiras un poco más. El color y la vida te van volviendo de a poco al cuerpo. Preguntás si lo pudieron agarrar a Dani. Mientras Juan te trata de callar poniéndose su dedo en la boca, atrás se ve al taxista diciéndole al policía: “debe ser por la misma descompensación que cree ver cosas”. Con el poco de voz que te sale les tratás de decir que era cierto, que estaba la persona que te está buscando. Que por favor, no lo dejen acercarse. Es peligroso. Por favor, les pedís de vuelta. El policía te pide que te calmes. Lo mirás a Juan como buscando aprobación. No la encontrás. ¿Sera que la flasheaste?

Después de analizar la situación, decidís creerles. Te lográs aflojar para relajar. No podés creer que Dani haya puesto en riesgo tu vida. Creías que era capaz de cualquier cosa, hasta de matar a su madre, antes de mandar a perseguirte cueste lo que cueste. Tratás de acordarte quien era esa persona que estuvo al lado tuyo tanto tiempo y por qué estuvo ahí todo ese tiempo. Buscás recuerdos felices juntos. No los encontrás. Todo te lleva a recordar lo que te llevo a estar lejos de él.

Cuando volvés en vos, es porque Juan te está dando un beso en la boca. Te dás cuenta que ese tiempo que te fuiste con la cabeza, estuviste en otro mundo. El mundo que te llevan los besos de ese nuevo chico que conociste hace tan poco. Que esas sensaciones toman mucho más valor ahora que recordás la historia con Dani, y te das cuenta cuán bien se puede estar en una relación. Ahí es cuando Juan mueve la cabeza para un costado y vos empezás a entrecortar otra vez la respiración. Juan te sujeta, el taxista le pregunta al policía cuánto tiempo dijeron los de la ambulancia que iban a tardar, cuánto falta. Pero en la escena apareció alguien más. Estaba él. Es Dani, está en frente tuyo. Cuando levantás la mano para señalarlo, Juan se da vuelta y se asusta. Le pregunta al hombre que está atrás tuyo de donde salió. Dice ser médico y pregunta si puede ayudar. Vos juntas fuerza, te parás atrás de la silla y gritas. Agudo. Muy agudo. Preguntan todos qué pasa, se te aceran Juan y el policía. Juan te reitera la pregunta de qué pasa. Le decís, como podés, que es tu ex. El que le contaste. El que casi mata a tu hermano. Ahí el policía da unos pasos hacia él. Lo escuchás al sujeto de enfrente decirle al policía que no sabe de lo que hablás. Le gritás por el nombre: “¡DANI! ¡Es Dani!”. El policía le pregunta el nombre y dice que se llama Daniel, pero que no te conoce. Te arrepentís de haber roto la foto que tenias de tu ex en la billetera cuando saliste de tu casa. Buscás tu celular a ver si tenés alguna foto de tu ex, y no lo encontrás. Le pedís a Juan que te ayude a buscarlo, para demostrar que no estás mintiendo. Nadie entiende mucho. Juan busca el celular en el taxi. No tiene éxito. Gritás pidiendo ayuda. El hombre, sigue jurando que no te conoce y que sólo vino a ayudar. Que mejor se va de ahí porque ya cumplió su función como médico de ofrecerse y que ve que la victima ya está recuperada, así que no lo necesitan más en ese lugar. Te largás a llorar. Lo buscás a Juan para encontrar un hombro donde consolarte, pero él sigue en el taxi buscando el celular. Lo mirás al ahora desconocido y pedís que lo arresten, que ese hombre te quiso matar, que corre peligro tu vida. El policía se disculpa, pero no puede hacer nada si no hay ningún cargo en su contra. Que deberías hacer la denuncia y recién ahí podrán actuar. Te sentás para llorar sobre tus piernas, mientras te agarrás la cara. Levantás la vista, el hombre se está yendo sin mayores problemas y ahí aparece Juan y te abraza fuerte. Estás desconsolada.

(Los lectores decidieron que Juan lo va a buscar a Dani para comprobar lo que dice Cecilia)

martes, 30 de noviembre de 2010

Episodio 20: Perseguida

Respirás profundo. De vuelta tomas aire, lo mirás fijo a los ojos a Juan y le contás. Le contás que de la fiesta te habías ido llorando porque te peleaste con tu novio. Que él trato de volver con vos por la fuerza y que tuvo una pelea muy violenta con tu hermano. Le contás todo lo sucedido hasta ese momento y le decís que se tienen que ir de ahí. Te pregunta cual es el apuro y le confesás que un amigo de Dani te vió entrar en el vivero y se le contó, y ahora tu ex esta viniendo para acá. Ves la cara de susto de Juan. Se desorbita un poco. Te pregunta qué querés hacer, dónde querés ir. Te lo pregunta con cierto temblor. Crees que tendrías que haber evitado los detalles de la pelea que tuvo tu hermano con Dani. Ahora a vos te da la duda si esta bien involucrar a ese recién conocido en esto o es preferible ir para la casa de tu hermano. Ves que ese hombre seguro que tenias enfrente tuyo, dejó de serlo. Le preguntás si quiere irse a su casa y vos te vas a otro lado. Te dice que de ninguna manera te va a dejar sola pero que le digas donde preferís ir. Decidís. Van para la casa de Matías, tu hermano. Suben a un taxi y cuando vas a decir la dirección pensás en que es un lugar que Dani conoce y que si tu hermano y él se encuentran, la cosa puede terminar muy mal. Le decís a Juan que mejor van a su casa. Él acepta.

En el viaje hay un silencio total. No es bueno para tu cabeza. Mirás para atrás como buscando algún auto conocido. No lo encontrás. Tu cabeza empieza a dar vueltas como siempre. ¿Por qué no me habla Juan? ¿Por qué no me acaricia? ¿Será que la cagué? ¿Qué onda con esto de que lo metí en el medio? Igual creo que podría consolarme, pensás. Volvés al aquí y ahora y el silencio sigue. El taxista lo rompe. Pregunta si saben de quién es el Fiat que esta atrás que le parece que los sigue desde que salieron. Aclara que puede ser una casualidad. Asustados se dan vuelta los dos y vos pegás un grito. Es el auto de Kevin, el amigo de Dani que los había visto. Le pedís al taxista que acelere y le contás a Juan de que se trata. El auto de atrás acelera. Una, dos, tres cuadras hasta que Juan dice que hagan 2 cuadras más y doble a la derecha, que van a la comisaría. Ahí sí, Juan te abraza. Vos temblando, empezás a llorar. Juan te aprieta con su abrazo. El taxista dobla en amarillo y el auto de atrás pasa en rojo. Sigue el taxista manejando. Frena un poco en la esquina, igual sigue siendo una velocidad que te preocupa. Ves que en la otra cuadra está la comisaría. No te alcanza para relajarte. Cruzan la calle y sentís como un auto que venía por la otra quema las ruedas con el frenado. El acelere del taxista les salva la vida. Cuando llegan a la puerta de la comisaría, un policía los detiene. Salen los tres del taxi, el agente tiende a sacar el arma, otro policía sale de adentro de la comisaría. Vos te ponés a llorar y a gritar desesperada: “¡Nos están persiguiendo, nos están persiguiendo! ¡Ayuda, por favor!”. El policía mira para atrás y contesta que no hay nadie. Ahí vos sentís que te baja la presión y te aflojás. Juan te agarra y te acuesta en el asfalto. El policía que estaba con la mano en el cinturón, ahora la tiene en tu muñeca para tomarte el pulso. El taxista pide que se hagan a un lado, se saca la remera y te empieza a tirar aire. Estás mejor. Juan te hace una caricia en el pelo, te agarra de la nuca y te ayuda a sentarte. Cuando levantás la cabeza volvés a gritar fuertísimo. Un grito agudo y aterrador. Abrís los ojos mientras te tirás levemente para atrás. Te preguntan que pasa y jurás que ahí enfrente estaba Dani. Que lo busquen porque está ahí. Todos miran para todos lados y nadie reconoce haber visto nada. Dudás de lo que viste. Tenés una certeza infundada en tu interior. Respirás, tratás de incorporarte, trastabillas, Juan y el policía te agarran de los costados, te pasan tus brazos por sus cuellos y te sientan en una silla que un vecino acercó.

(Los lectores decidieron que Cecilia insiste que Dani está ahí y nadie le cree + Dani se aparece y se hace el desentendido)

martes, 23 de noviembre de 2010

Episodio 19: ¿Tranquilidad?

Disfrutás de este momento de descontractura. Estás contenta de estar viviendo este día. La conversación sigue y a cada concepto profundo que escuchás de Pedro, te quedás reflexionando. No te da tiempo a retener ninguno porque es constante la demostración de sabiduría que te demuestra ese viejito. Tenés la esperanza que todo eso quede en algún lugar de tu cabeza. Seguís con atención todo lo que cuenta sobre mitología de la India o sobre algunas tribus perdidas. Todo es desconocido y fascinante para vos. De repente, te vibra el celular, lo sacás para atender, mirás la pantalla y te tirás levemente para atrás. Es Dani, tu ex. Apretás el botón para que deje de vibrar y volvés a la conversación. Tu cara no es la misma. Te vibra de nuevo y repetís la misma secuencia. Juan te pregunta quién es y vos le decís que no vas a atender porque es un número desconocido. Ahí sentís que el celular en el bolsillo te hace la vibración de cuando entra un mensaje de texto. Pedro aprovecha la pausa para ofrecerles un té, el cual ambos aceptan. Pedro se va al fondo y Juan se va al baño.

Aprovechás, mirás el celular y efectivamente el mensaje es de Dani. Tu descontracturado bienestar ya no es tal. Desbloqueás el teléfono, apretás para leer el mensaje y leés: “Kevin t vio. Me dijo q estas en Belgrano c alguien. Estoy llegando. Atendeme!!!!!!”. Se te hace difícil la respiración. Tu cabeza pasa de 1 a 1000 en un 1 segundo. Empezás a pensar cómo salir de esa situación. Si fuera por vos salís corriendo ya. ¿Y la descortesía de irte sin saludar? Te levantás para irte. Aparece Pedro. Te sentás. Enseguida aparece Juan. Estás dura. Encima del lado de donde vino Pedro, sale una mujer oriental. Pedro te la presenta como su esposa Sun o Sulma, como prefieras. La saludás con una pequeña reverencia. Ella apoya la bandeja con el té y las tasas sobre la mesa y se queda parada detrás de Pedro sin decir una palabra. Juan pregunta si te pasa algo y le contestás que no. Te corregís y le decís que no te sentís bien a lo que te propone que tomés el té a ver si te ayuda a recuperarte. No te queda otra. Tomás el té. Un tanto apurada para el ritmo que se vive en ese lugar. Igualmente tu alteración hace que no sea el mismo clima que hasta hace 5 minutos. Te imaginás lo que puede llegar a pasar si Dani llega ahí. Te preocupa tanto la integridad de las personas como de las plantas del vivero. Abruptamente interrumpís la conversación entre ellos y le pedís a Juan que te lleve a tu casa. Él te dice que van para la suya. Se levantan, ambos piden disculpas a los anfitriones por tener que irse así y saludan. Ellos no salen de su paz. Te parece hasta que son indiferentes aunque después lo analizás y te da mucha envida la tranquilidad que tienen. La misma que les hace posible aceptar tu necesidad de irte. Despacio empezás a caminar hacía la puerta, Juan se adelanta y te la abre. Salen.

Otra vez el vientito fresco en la cara te hace aliviar un poco tu cabeza, aunque esta vez es mínimo. En seguida Juan te pregunta qué te pasa, vos le decís que nada y el te pregunta si tiene que ver con ese llamado que recibiste. Vos le decís que no y refunfuñás. Él insiste en saber quién era y vos le decís que no importa. Levantás la mirada y no ves a nadie conocido cerca. No lo vés a Dani. Te quedás más tranquila pero empezás a subir el ritmo de tu caminata para salir rápido de ahí. Lo hacés paulatinamente para que Juan no se de cuenta. De todas formas, él se da cuenta y te dice que pares. Te pide que le digas que pasa o no se van de ahí.

(Los lectores decidieron que Cecilia le cuenta a Juan lo que está pasando.)

martes, 16 de noviembre de 2010

Episodio 18: Lecciones

Cómodo, armonioso y placentero te resulta ese lugar. Te sentás al lado de Juan, Pedro se sienta del otro lado de la mesa. Te quedás viendo al viejito durante un rato y te parece tan sencillo como misterioso. Lo escuchás y no pregunta nada sobre vos. Te llama la atención. Te trata como si ya te conociera. La conversación se da natural como si continuara de una anterior que nunca existió. A vos sí que te intriga sobre la vida de ese hombre y de atrevida le preguntás si siempre vivió del vivero a lo que el viejito, sin pausa, te contesta:

- En realidad yo antes era un hombre más ambicioso. Buscaba las formas de ganar dinero. Lo normal. He tenido algunas tintorerías, un bar y algunos negocios más. Hasta que comprendí que soy un obrero del universo. Cada uno encuentra o no su lugar, pero ese lugar ya está asignado –continúa con ese tono tan característico, oriental-. Por alguna razón decidimos ocupar este cuerpo en esta vida. Después queda en cada uno el buscar esa razón. O tal vez la razón de algunas personas sea justamente no buscarla. Pero en mi caso la encontré. Yo quería dinero para poder viajar y ser feliz. Creía que en otros lugares podría encontrar respuestas a las preguntas que me surgen de toda la vida. Eso fue hasta que comprendí que no hacía falta dinero para ir a mi verdadero templo, donde encontraré siempre las respuestas: mi cuerpo.

Inesperada como profunda te parece la respuesta. En realidad vos no lo preguntaste todo eso pero sabés que cuando hacías esa simple pregunta era para llegar a otro lugar. Ese lugar es donde fue Pedro con su respuesta. Ahí comprendés que ese hombre es un adelantado. Te hace sentir un poco intimidada y hasta incomoda porque sabés que no podés tener secretos en esa conversación, pero al mismo tiempo sentís alivio porque no tenés que decir otra cosa que la verdad. Hace mucho que no te pasaba de mostrarte crudamente. Lo seguís atentamente a Pedro en sus palabras. Cada tanto hace un chiste con Juan. Ellos se ríen. Tienen una complicidad que te gusta y te hace desear más a Juan. Te gusta verlo en esa faceta más profunda, te parece super interesante. Te gusta que ese lugar sea como un refugió para él, que ahora le pregunta a Pedro por como es la forma de comunicarse con el universo, a lo que el viejito le contesta:

- Huan, creo que ya sabés que el universo es nuestro interior. Ese universo es el que se conecta con el universo exterior. Muy pequeño debe ser mi universo si está dentro de este cuerpecito.

Ahí, los 3 estallan en carcajadas mientras Pedro se para mostrarles su baja estatura. Hace unos movimientos cortitos y graciosos con la cadera. Lo mirás a Juan y te morís de ternura. Él y su risa tan genuina, tan preciosa y tan inocente. Ves como Pedro le guiña un ojo y se ríe. Pura complicidad entre ellos. Vos te sentís parte de eso. Juan te hace sentir parte de eso. Te hace sentir feliz. Todo tan inesperado. Todo tan lindo. Te ponés a pensar que al fin vas logrando fluidez que esperabas.

(Los lectores decidieron que aparece la mujer de Pedro + a Cecilia la llama Dani, su ex + se van para la casa de Juan)

martes, 9 de noviembre de 2010

Episodio 17: Pedro, el sabio

Sin darle mayores explicaciones a Juan, le decís que todavía no querés volver a tu casa. Le proponés ir a que conozcás la suya. Él no se opone y da media vuelta, cambiando la dirección. A la cuadra, inesperadamente, se frena, te toma de la cara y te empieza a besar. Te apoya contra la pared y te sigue dando esos besos tan deliciosos. Te acaricia el pelo. Te acaricia suavemente el rostro. No deja de besarte. Se aleja un poco y te dice lo linda que sos. Le sonreís, le agradecés, le tomás de la mano y siguen caminando. Hacen una cuadra más y te dice que tiene una mejor idea de por donde pasar antes de ir a su casa. Para un taxi y da una dirección por Belgrano. Allí van. Vos no preguntás a dónde vas para que la sorpresa sea tal. Durante el viaje charlan y se ríen. Cada tanto él te besa. Cada tanto vos le besas la mejilla. Siguen riendo mucho más. Llegan a destino, paga, baja, espera que bajes y cierra la puerta. Cuando levantás tu cabeza ves que te llevó a un vivero. “¿Un vivero?”, te preguntás. Sí, y parece ser de un oriental porque el cartel de entrada dice que el lugar se llama Park. Entran y lo comprobás. Sale un señor bajito, un poco rellenito, con una barbita candado y mientras se acerca te das cuenta que tiene los ojos achinados. Te reís para adentro pensando el parecido que tiene el maestro de Karate Kid. Cuando lo ve a Juan, sonríe y da una pequeña reverencia. Juan hace lo mismo y te presenta. El señor repite la acción en tu dirección y vos le devolvés otra reverencia. Se presenta como Park Ji Su o algo por el estilo pero te autoriza a llamarlo Pedro. Mientras ellos hablan algunas cosas, vos te quedás callada y observando esa situación. Te das cuenta que Pedro es de esas personas que brillan por su propia luz. Que su luz es muy intensa. Te parece que debe ser de esas personas que le encantan recibir gente para filosofar y llegar a conclusiones que lo hagan avanzar en el conocimiento. Notás que no tiene grandes movimientos de manos, si no que toda su expresión corporal se reduce a lo necesario. Mucha paz se respira en ese lugar. Obeservás cada rincón del vivero, ves la diversidad de plantas y flores. No entendés mucho del tema pero igual te sorprende cuanta vida hay allí. De repente escuchás a Pedro intentando romper el hielo, que te dice:

- Huan tiene mucho que aprender. Está en compañía de una muher tan linda y la trae a visitar a este vieho. No entiende nada.
- Juan entiende. Si me trajo es porque seguro que usted es una buena persona – le contestás entre risas.
- El bueno de Huan me quiere mucho. Es sólo eso – dice humildemente.

Ya un poco más en confianza, entrás en la conversación y te empezás a interesar por su vida. Te dice que llegó de adolescente al país, que en principio se le hizo muy difícil como a todos los que no saben el idioma del lugar donde viven, pero que da poco fue acomodándose. Te dice que no terminó la secundaria y todos sus conocimientos son de autodidacta. De esa forma fue incorporando conocimientos sobre botánica y jardinería, al mismo tiempo que aprendía el idioma. Te dice que también leyó mucho de filosofía, pero eso lo hacía en coreano para que no se pierdan conocimientos en la traducción. Ahora es su esposa la que tiene que leerle por las noches porque ya su vista está muy cansada. Por dentro te ponés contenta de que tu intuición que decía que estabas frente a un pequeño sabio no había fallado. Los invita a sentarse. Estabas tan cómoda que te habías olvidado de que estaban parados, en el medio del pasillo de un local. Hasta por un momento te olvidaste de Juan ya que toda tu atención estaba en ese viejito simpático.

(Los lectores decidieron que Juan y Cecilia se quedan hablando con Pedro.)

martes, 2 de noviembre de 2010

Episodio 16: Plaza cariño

Tu cabeza relajada hace que pienses en la nada. O por lo menos que no te preocués por lo que está pasando por ella. Recién volvés al aquí y ahora cuando lo ves a Juan entrar por la puerta y le sonreís. Se recuesta a tu lado y le acariciás la cabellera. Le dás un besito en la mejilla. Un silencio total en el cuarto. Ves como se recuesta sobre un costado para mirarte y se acomoda en posición fetal. Te acostás a su lado y lo abrazás. Te abraza y te enrolla con sus piernas por la cintura. Empiezan a pensar que pueden hacer durante el día y desechan ver una película e ir a tomar algo en algún bar. Terminan coincidiendo que lo mejor es salir a caminar y ver qué onda. Tras varios amagues e intentos fallidos por bajar, lo logran. Le hacés notar que si no se levantaban ahora, no se levantaban más. Se ríe.

Bajan y recién ahí te das cuenta cuanto necesitabas un poco de aire fresco. Te refresca y te da fuerza para seguir el día. Caminan algunas cuadras y él se acuerda que hay una plaza a un par de cuadras. Para allá van. En el camino él te sigue sorprendiendo, te parece que es de esos hombres que creías que ya no existían más. Siempre va caminando por el lado de la calle para que vos estés resguardada entre él y la pared. Un detalle. Para vos, gigante.

En la esquina, antes de llegar a la plaza, entran en el shop de una estación de servicio, compran un mate listo, un termo (que el encargado lo llena) y unos bizcochitos. Ante la pregunta de si querés algo más, te agarrás un chocolatito al costado de la caja. Obviamente no te deja pagar. Cruzan, se sientan y vos te encendés un cigarrillo, te acostás en el pasto y contemplás el cielo. Es un día perfecto.

El día pasa y vos seguís relajada. Te sentís rara en esa comodidad aunque es un estado que no querés abandonar. Cada tanto le suena el celular, vos empezás a creer que es de su estudio para que vaya a trabajar pero después te das cuenta que todo lo arregla desde ahí. Te alivia saber que no sos la única que quiere pasar más tiempo en esa situación. Conocés más de ese hombre que tenés enfrente tuyo. Entre mates y bizcochitos, te enterás que estudió varias carreras, que dejó casi todas, que se recibió de diseñador gráfico, que se puso su propio estudio hace ya casi 2 años, que toca el saxo, que estuvo de novio por mucho tiempo, que le gusta mucho el cine. Ya pasadas las 3 de la tarde te das cuenta que él era mucho más cariñoso cuando estaban encerrados en una casa. Te dio algunos besos y algunas caricias pero no como había sido hasta acá y te había gustado tanto, así que lo inducís a ir a algún lugar cerrado. Proponés moverse de ahí y él acepta. Lo esperás un minuto que va a tirar los restos de lo que comieron y empiezan a caminar. Le tomás del brazo, lo sentís incomodo y los soltás. Él te pregunta porque lo soltaste, así que lo agarrás de vuelta. Caminan algunas cuadras y van de vuelta para el lado de tu casa. Cuando están llegando, te das cuenta que en la puerta hay un auto que te suena conocido así que te acercás de a poco. Para ese momento, algunas nubes ya habían empezado a salir.

(Los lectores decidieron que Cecilia le dice a Juan que quiere ir para la casa de él y se van de ahí.)

martes, 19 de octubre de 2010

Episodio 15: Un día distinto

Comenzás a despertar la conciencia. Inconscientemente te movés sobre tu propio cuerpo un par de veces. Para un lado. Para el otro. Escuchás una voz de hombre decir: "Dale, cualquier cosa te llamo más tarde pero no creo. Abrazo". Empezás a tomar conciencia del tiempo y lugar. Bostezás y con el mismo gesto vas abriendo lentamente los ojos. Luego de un par de parpadeos él te dice: "¡Sorry, no quería levantarte!". Sonreís y lo saludás con la mano que tenés por fuera de la sábana. Dormirías mil horas más, siempre junto a él. Empezás a mirarlo y está vestido. No querés que se vaya. Le preguntás con quién hablaba y a dónde va. Te dice que estaba hablando con la gente de la oficina, organizando para que hagan su trabajo porque él hoy no podía ir. Y no va a ningún lado sino que vino. Que lo discúlpes que se llevó las llaves porque tenía que salir un momento. Te pide que lo esperes un minuto. Le contestás con otra sonrisa. Mientras te frotas el ojo para terminar de abrirlo mirás el reloj de la mesita de luz. Son las 11:34. Cerrás los ojos. Esuchás unos ruidos en la cocina. Sentís que Juan vuelve y cuando llega a la habitación pide permiso. Abrís los ojos. Una bandeja con té, jugo de naranja, dos tostadas, manteca en un platito y en otro un churro con dulce de leche bañado en chocolate. Morís de amor. Se te humedecen los ojos, te mordés los labios, agradecés y ahora la sonrisa sale de la cara de él. Te incorporás, te sentás y él apoya la bandeja en la cama a un costado tuyo. Te da un besito, te acaricia el pelo y te da otro besito. Te sentís en un mundo de fantasía. Le agradecés de nuevo y te incita a que comas. Ante tu pregunta, te dice que ya tomó un café y que no te esperó porque estuvo resolviendo lo del laburo así podía tomarse el día. Mientras tomás el desayuno, escuchás que te dice que todavía no sabe quién sos y que sólo sabe lo que siente. Apenas te roza los labios, muy románticamente.

Todo esto te asusta un poco. Tanto amor te produce una sensación de incomodo bienestar. Pero te hace sentir bien. Te parece tan lindo Juan. Cada vez más. Te derretís cuando te limpia con la servilleta ese poco de café que te había quedado en la comisura. Dejás la cara mirando la taza, tus ojos suben para buscarlo a él y los cerrás bien fuerte. La sonrisa más grande del mundo está en tu cara. Abrís los ojos, ves como se acerca y empieza a tocar sus labios con los tuyos. Sabroso. Tierno. Te acaricia el pelo y pasa la otra mano por atrás para abrazarte fuerte. Te da un beso en el cuello y te acaricia la espalda. Todo te parece tan irreal. ¿Hace cuanto que esperabas esto? Una vida esperándolo. Siempre quisiste encontrar alguien así. Crees que Dios existe. No hay otra forma de poder explicar la aparición de este ángel. Te suelta y unta la tostada. Te la alcanza y vos la comés. Tu sonrisa en imborrable. Cada tanto te aclara que jamás le pasó algo así, esto de sentir el flechazo. No quiere ponerse a cuestionar para no frenar nada. Lo contenes diciéndole que se quede tranquilo y que están para vivir el momento.

La armonía se respira en el ambiente. Conexión. Pura química. Te dás cuenta que la cabeza se mete en tu sentir cuando estás tan cómoda y en una situación tan placentera. Generalmente, no aceptás el goce. Está vez, lográs mantener la cabeza despejada y sacar los fantasmas de la confusión.

Sale el tema de lo que pasó ayer en la situación con Julia. Te confirma que se alejó porque se sentía incomodo. Que él puede tener relaciones sólo si tiene algún tipo de sentimiento y estaba sufriendo estando ahí. Te da mayor ternura. Suena tan sincero. Te disculpás por haberlo hecho pasar por eso y le echas la culpa al faso que trajo. Se ríen los dos y se olvidan del tema. Terminás el café, te alcanza el churro con una servilleta que lo envuelve, apoya sobre la mesita de luz el vaso con jugo de naranja con un platito abajo y se lleva la bandeja con el resto para la cocina.

(Los lectores decidieron que se van a la plaza y pasan el día al aire libre)

martes, 12 de octubre de 2010

Episodio 14: Comer, fumar, amar (vol. II)

¿Qué está pasando? ¿Qué estabas pensando?

Julia esta acariciándote el clítoris. La lengua la tiene encima del dedo y hace que todo el tiempo lo tengas lubricado. Cuando baja el dedo para metértelo en la vagina, y dejar sola a la lengua tocándote el clítoris, no necesita lubricarla. Estás toda mojada. Juan se te acerca y te empieza a dar uno de esos besos tan sabrosos mientras te acaricia suavemente el pelo. Te da unos besos en el cuello y lleva su boca a tu oído. Te da unos besos y te empieza a meter la lengua por la oreja. Te recorre cada milímetro y empezás a sentir el ardor que sale de ahí, te recorre toda la cara y sigue bajando. Sentís como gime en tu oído. Abrís los ojos y Julia te dejó la mano pero su cara estaba debajo de él. Se la está lamiendo. Sentís un poco de celos. ¿Acaso no le gustaban las mujeres? ¿Qué me esconde? Crees que estas sintiendo celos.

¿Qué está pasando? ¿Qué estabas pensando?

No la dejás sola a tu amiga. Vas al lado de ella y haces lo mismo. Se la empiezan a chupar a dos lenguas. Una de cada costado, suben y bajan recorriéndola toda. De a rotos tocás con tu lengua la de Julia y te pone todavía más en llamas. Vos te la empezás a meter en la boca desde la punta para abajo. De a poco y suavemente. Ella también se mete en la boca lo que puede pero desde abajo con la cabeza entre las piernas de él. Su respiración se escucha acelerar. Cada vez el ritmo es más fuerte. Escuchás como él dice: “No puedo más. Voy a estallar”. Julia te agarra del brazo, te acuesta a su costado y Juan se pone de rodillas al lado de ustedes y sigue sólo tocándose. Se escucha como larga un grito y al mismo tiempo ves su semen salir. Eso te calienta más. Les acaba todos los pechos. Deja hasta la última gota. Lo ves aflojarse desde los hombros. Te da felicidad de algún modo pero la calentura no se te fue. No sabés como vas a hacer para sacártela.

¿Qué está pasando? ¿Qué estabas pensando?

Juan empieza a pasar todo sus fluidos por las tetas de las dos. Les empieza a acariciar los pezones. Las agarra de los brazos, las acerca y las deja arrodilladas y enfrentadas. Las agarra de la cabeza y las empuja a que se besen. El se levanta y las deja. Lo perdés de vista. O capaz que los nervios de la situación no te dejan pensar en nada más. No entendés bien que está pasando. Ahora es Julia la que te está acariciando el pezón. Volvés a subir temperatura. Sabés que no estás muy lejos de llegar al punto aunque tu cabeza está confundida de cómo será esto. Estas probando algo que hasta hace poco ni lo pensabas.

¿Qué está pasando? ¿Qué estabas pensando?

Cuando te das cuenta, la tenés a Julia tijereteándote. Tus piernas en forma de “V” tocándose y cruzándose por lo más fino con las de ella que están iguales. Sus clítoris se frotan. Te calienta aunque no estás tan segura cuanto te gusta. Pensas que mejor estarías con Juan penetrándote. Igual no está mal.

¿Qué está pasando? ¿Qué estabas pensando?

Están las dos gritando. No pueden más. De repente sentís como ella grita fuertísimo y te moja toda con sus fluidos. Vos no podés acabar pero la cabeza no te da más, así que gritas como si hubieses acabado. ¿Por qué hiciste eso? No lo sabes. Pero ya lo hiciste. Levantás la vista, no lo ves a Juan. Escuchás que la ducha se apaga. Él salé del baño. Entrás al baño, te pegás una ducha también. Cuando salís está Juan en el sillón. Le preguntás por Julia y te dice que le sonó el celular y se fue sin dar explicaciones. Tenés mucho sueño y lo invitás a Juan a quedarse a dormir. Acepta. Agotadísima te recostás en la cama, cerrás los ojos, Juan te da un pequeño beso, se acuesta al lado abrazándote y te quedás profundamente dormida.

(Los lectores decidieron que Juan se toma el día para pasarlo con Cecilia)

martes, 5 de octubre de 2010

Episodio 13: Comer, fumar, amar (vol. I)

Ese dulce humo es el condimento que hace que cualquier comida sea genial e ideal siempre que sea abundante. No es la excepción la deliciosa tarta de harina integral y zapallo acompañada con esa variedad de ensaladas que pidieron. Durante toda esa cena el ambiente está rodeado de sexo. De hecho en un momento te parece ver que Juan coquetea con Julia. Escuchás cómo él le va subiendo la apuesta para ver quién es más valiente, hasta donde llegan con las palabras y quién tiene menos límites mentales. Vos te empezás a reír de la situación. Enseguida te preguntás si en realidad no es que la flasheaste. No sabés hasta que parte fue real y que parte fantasía. Ahí te ponés a pensar que no deberías haber fumado tanto.

Igualmente, antes del postre, le dan unas pitadas más al faso que había traído Juan. Sube tu temperatura y supones que la de ellos dos también. De a ratos, cuando él te clava esa mirada profunda, vos te mordés los labios como si ello fuera a enfriar tu entrepierna que a esa altura ya es un hervor. A la hora del postre no pueden seguir con la onda naturista y bajonean con un quilo de helado. Cuando lo terminan, aprovechás que Julia se va al baño para dar rienda suelta a todo lo que tenés adentro. Te acordás que no debías haber seguido fumando. Te olvidás de que pensabas y te le tirás encima a Juan. Te abrís de piernas por encima de las suyas, te sentás en él que está sentado en la silla, lo enrollas con los brazos y lo empezás a besar. Como extrañabas esos besos. Son deliciosos. Lo sentís bien duro abajo del pantalón y se la empezás a masajear. Él te agarra bien fuerte de la cola y te la empieza a apoyar con un movimiento pélvico. ¿Y si vuelve Julia? No deberías hacer esto.

¿Qué está pasando? ¿Qué estabas pensando?

No aguantás la calentura, le desabrochas el pantalón, se la agarrás y se la empezás a mover. Para adelante y para atrás. Para adelante y para atrás. Vés que él cierra los ojos en muestra de placer. Querés hacer que sea mayor su placer y te arrodillás en el piso. Mientras estás bajando le sacás los pantalones y el calzoncillo. Le pasás la lengua por esa punta que enseguida la metés en tu boca. De vuelta la lengua por ahí, siguiendo por todo el largo y volviendo a la punta. Te la metés hasta la mitad y la sacás de la boca. Te la metés entera y la sacás. Repetís este movimiento varias veces, acompañándolo con tu mano que sigue el movimiento de tu boca. La metés y la sacás suavemente. La metés y la sacás. Escuchás ruidos del fondo de la casa. Es del baño. “¡Uy, está Juliá!”, pensás.

¿Qué está pasando? ¿Qué estabas pensando?

Seguís con lo tuyo. Hace tanto que no tenías contacto físico con alguien mientras estabas fumada. “Que rico que se siente”, pensás. Te arrepentís de no hacerlo más seguido. Escuchás como empieza a aumentar la respiración de Juan. Te mueve la cabeza para atrás, te da un pico y te saca la remera. Aprovecha y te saca el corpiño. No podés más. Ves que a Juan se le abren los ojos bien grandes y sentís que te agarran una teta. Cuando reaccionas, la tenés a Julia chupándotela. Te agarrás de la de Juan, que está más dura que nunca y cerrás los ojos. Qué bien que se siente como Julia te acaricia el pecho con la lengua. Juan te corre la mano para un costado, te la apoya en el piso y va a sacarte los pantalones. Cuando te los saca, se apoya en el piso junto a Julia y la ayuda a tu amiga. Ahora están entre los dos chupándote la teta y tocándose entre ellos las lenguas, con tu pezón de por medio. ¿Cómo se hace para volver de todo esto? ¿Estará bien lo que están haciendo?

¿Qué está pasando? ¿Qué estabas pensando?

Los saltos temporales se hacen más frecuentes. No sabés que es realidad y que fantasía. Te das cuenta cuando abrís los ojos y ves que quién está ahí abajo chupándotela es Julia. Qué bien que lo hace. A Juan lo ves un poco más alejado, mirando. Le notás un gesto de duda que se lo adjudicas al efecto mismo del faso. De mientras, Julia no para de chupártela, de pasarte la lengua, usando la punta para metértela lo más profundo que puede y después sacarla. Empieza a acompañar la lengua con el dedo.

(Los lectores decidieron que continúa el sexo entre los tres)

martes, 28 de septiembre de 2010

Episodio 12: De a 3

¿Será que algún día terminará toda esta pesadilla? Ahí mismo empezás a dudar si es tan grave lo que te está pasando. Te parece que le estás tomando el gusto a las cosas. En algún punto te gusta. Inmediatamente abandonas la idea para volver al sufrimiento que te causa el no tener respuestas a tus dudas. Tu amiga enfrente tuyo, mirándote, esperando una respuesta a como sigue lo de ustedes. Vos dura, inmóvil. Cuando le estás por confesar tu intriga por conocer algo nuevo en lo sexual, suena el celular y vas rápido a atender. Es Juan. Inmediatamente atendés. Te pregunta cómo estás, que la pasó muy bien y que justo está por tu casa, llevándole unas cosas a un amigo. Le decís que suba, que estás con una amiga tomando algo.

Vas al baño, te lavas la cara, volvés con un cigarrillo en la mano y te sentás junto a Julia otra vez. Encendés el Lucky. La ponés al tanto de todo sobre Juan, le decís que no te olvidás lo de recién, que está todo bien, que después lo hablan, que no se preocupe y volvés a contarle de Juan y a darle detalles. Te empieza a dar la duda si es el momento para estar contándole esas cosas a ella. Igual lo haces. Cuando te das cuenta, te había agarrado una aceleración similar a la que Julia tenía. Ahora están las dos en una sintonía similar y se comienzan a reír mucho. En ese clima, suena el portero eléctrico y lo haces subir a Juan. Beso en la mejilla. Le presentás a Julia. Por un rato él presencia su charla en silencio, más que nada escuchando lo que ustedes hablan. Se lo ve tímido. Muy distinto al de la noche anterior. De repente, Julia lo incorpora con total naturalidad a la conversación. Se lo ve a Juan relajarse. Ahora sí es más parecido al que vos conociste. Risas por aquí, risas por allá. Tu amiga, que se le pasó la hora de la gimnasia. Juan, que los amigos no lo llaman para confirmarle una cena. Se hacen las 22:30. Deciden pedir comida macrobiótica. Juan baja a comprar las bebidas:

- Es divino – te dice Julia.
- ¿Viste? La verdad que me encanta. Con respecto a lo que pasó hace un rato, quiero que sepas que todo sigue igual que antes y que todavía no decidí que respuesta darte – le confesas- tendremos que hablarlo mejor.
- No te preocupes, Ce. Para lo que me necesites estoy. Fue un impulso, nunca me había sentido con tanta necesidad de expresarme. Perdoná por el momento pero fue lo que pasó.
- Es lo que tenía que pasar – concluís, mientras escuchás las llaves en la puerta.

Aprovechás que Juan va directo a la cocina, para ir a buscar los platos y robarle unos besos. Alguna mano también. Ese hombre te enloquece sólo con unos toques de sus labios en los tuyos. Llevan los platos y la vajilla, ponen unas velas, bajan la luz y vuelven al sillón desde donde los observa Julia. Ahí, Juan, saca un porro y tras la aprobación de las dos, lo enciende. Que suave se siente. Suavidad que te recuerda a Juan y como te trató la noche anterior. Tu temperatura interna empieza a subir, igual la armonía de ese encuentro. Si no estuviera Julia ahí, querrías que Juan te penetre ya. Estas ardiendo por dentro. Muchas risas en la sala. Suena el timbre, justo a tiempo llega la comida.

(Los lectores decidieron que Juan empieza a coquetear con Julia y tienen relaciones sexuales entre los 3)

martes, 21 de septiembre de 2010

Episodio 11: Amistad profunda

Tu amiga aprovecha que volvés del baño para ir ella. Tu hermano sigue con el hielo apoyado en la cara, te sentás al lado suyo y le mirás el ojo. Le preguntás por cómo cree que va a seguir todo y te dice que Dani es un cagón como todos los que les pegan a las mujeres y como tal, no va a joder más. Te parece lógico y decidís tomarte de eso para tranquilizarte. Vuelve Julia del baño y Matías se levanta. Tu hermano dice que deja el celular encendido pero que tiene que pasar a buscar a su chica por la casa. Te reitera que no dudes en llamarlo y le deja su número de teléfono a Julia, por las dudas. Saluda, deja el hielo en la cocina y se va.

Nuevo silencio en la sala.

La mirada penetrante de tu amiga te afloja y te pones a llorar nuevamente. Ella se acerca y te abraza. Apoyás tu cabeza sobre su hombro. Te acaricia el pelo suavemente. Cuanto cariño. Cuanto calor que sentís. Seguís llorando. Juli te besa, maternalmente, la cabeza. Llorás. Te besa la mejilla. Te acaricia la otra. Te sentís acogida y le agradecés por estar. Ella te calla diciéndote que no hay nada que agradecer y que te quiere mucho. Que siempre va a estar. Le respondés con un beso en la mejilla y mayor intensidad en el abrazo. Ahí sus tetas se rozan y con los mimos que te está haciendo en la espalda, se te enciende tu lado sexual. Te acordás de Juan y esa noche fantástica que tuvieron. Enseguida decidís reprimirte todo sentimiento de placer y volver a la pelea que presenciaste. Llorás nuevamente. Tu amiga te da un beso que roza la comisura del labio, lo cual lleva tu cabeza nuevamente a tu sexualidad. Por primera vez la ves a Julia como un ser sexual. Por primera vez desconfías de su amistad a causa de su lesbianismo. Empezás a convencerte que son todas ideas tuyas, que ella es buena con todos y no hay nada raro en todo eso. Te sentís incomoda desde la cabeza pero muy cómoda en lo sensitivo. Te levantás del sillón y le ofrecés un té que no acepta. Le avisás que te vas a la habitación a cambiar, te pregunta si querés que te ayude y le decís que mejor te espere ahí que ya volvés. Mientras te cambias el corpiño y la remera, seguís pensando en que pasaría si en realidad ella siente cosas por vos. ¿Será que la amistad entre las mujeres tampoco existe? ¿Será que siempre es por conveniencia? No lo sabés. Ahora que ya no tenés pareja, ¿no será tiempo de probar nuevas experiencias? Pero si a vos no te gustan las mujeres, ¿o sí? No hay Paracetamol que detenga tu cabeza, no. Ni un Clonazepam podría. Te ponés una remera holgada y volvés al comedor. Julia está escribiendo un mensaje de texto y vos te sentás al lado. Deja el celular, le agradeces nuevamente y ahora sos vos la que le acaricias la mejilla suavemente. Ella te muestra una de sus hermosas sonrisas. Le respondés con otra sonrisa. ¿Qué estás haciendo? ¿Será que ella te estaba seduciendo con tantas caricias o sólo lo hacía por la amistad? Tus dudas desaparecen cuando ella te da ese leve beso de labios. Inmediatamente te pide disculpas, que fue un día movido, que está confundida, que ella no quería, que no sabe lo que pasó, que se odia por arruinarlo todo, que se va a ir. Mientras escuchás todo eso vas pensando qué es lo que querés vos. ¿Será hora de probar si te gustan o no las mujeres? ¿Qué es todo esto? Pensas: ¿Cómo llegué a esta locura?

(Los lectores decidieron que llega Juan, el chico con el que se había acostado Cecilia)

martes, 14 de septiembre de 2010

Episodio 10: La ley de la fuerza

Los minutos pasan, la tensión crece. Se hace eterno el tiempo. Es la espera más larga que hayas vivido. No sabés que va a pasar. Te resignas a que la suerte maneje la situación. Nadie dice nada en el auto. A Julia le llega un mensaje, amagás con mirarla pero enseguida tu vista vuelve al frente. Tensión. Sale un vecino del edificio de al lado, se queda un minuto mirando sospechosamente el Honda en el que ustedes están y sigue su camino. Matías, tu hermano, no saca la mirada de esa puerta. La chispa está por provocar la explosión. Sabés que en cualquier momento Dani tiene que salir. ¿Y si no sale? ¿Cuánto tiempo estará dispuesto a esperar Matías? Ya ni pensas en que se resigne. Y enseguida esas dudas se hacen historia cuando ves que se va abriendo la puerta de donde vive Dani. Parece todo en cámara lenta. Parece una ficción. Pero lo estás viviendo. Ves a Dani salir y casi sincronizadamente, mientras cierra la puerta, tu hermano abre la del auto. Baja y da un portazo. Del asiento de atrás escuchás un: “¿Qué hacemos, Ce?” Ante la falta de que responder, no contestas y seguís dura viendo lo que pasa al frente. Escuchás gritos de Mati. Dani no se queda atrás y contesta a los gritos. Más gritos hasta que Matías lo tira al piso empujándolo con ambas manos en el pecho. Dani se levanta, reacciona y tira una piña de derecha, que Matías logra esquivar y en el mismo movimiento le pega una trompada en la boca del estomago. Ahí Dani retrocede y avanza con una patada que le pega en la rodilla a tu hermano y casi lo desestabiliza. Se mantiene en pie. Se estudian por un par de segundos y tu ex le pega un derechazo en el ojo, tal como lo hizo con vos. Tu hermano se carga de furia. Empieza a descargar todo contra Dani. Lo tira al piso. Puntapié derecho, izquierdo, derecho. Se aleja. Repite la secuencia. Otra vez. Cierra el puño y le pega en la cara. Levanta apenas el brazo y le pega sobre la cabeza. Con la otra mano le pega sobre el otro parietal. Dani ya tiene toda la cara sangrando. Matías se levanta y vuelve a patearlo. Ese chico que tanto bien y tanto mal te había hecho, ya parecía sólo algo tirado en el piso. Te da lástima aunque cierta sensación de justicia no te hace reaccionar hasta que Julia te dice que ya es suficiente, que va a ir a separar. Se baja y vos vas atrás de ella. Dani tirado en el piso y Mati pegándole con menos intensidad porque ya no encuentra defensa en su rival. Ustedes empiezan a gritar que pare, que fue suficiente, que van a tener problemas, que lo mejor es irse. Matías lo acepta y se van, no sin antes escupirle encima a Dani. En el camino al auto es cuando realmente tomás conciencia de lo sucedido y te largas a llorar. Julia dice que ella maneja. Suben los 3 al auto. Última imagen que tenés de Dani, mientras gira el auto en la esquina, es de ese hombre que se mostraba tan rudo y ahora era una masa desparramada por la vereda. Seguís llorando, tu hermano atrás recuperando el aire y Julia conduciendo. Silencio.

Llegan a tu casa, le das hielo a tu hermano para que se ponga en el ojo. Se sientan todos en el comedor y el silencio se mantiene. De golpe se corta el clima con el ruido del teléfono. Julia atiende su celular. Vos empezás a hacer un repaso de lo sucedido. Crees que nunca más vas a vivir tranquila, que siempre te va a estar persiguiendo Dani. Llorás. Tu hermano te abraza diciéndote: “Ya está. Todo acabó”. No te tranquiliza. Vas al baño a lavarte la cara y ves que estás hecha un desastre. Tomás un paracetamol y volvés al comedor.

((Los lectores decidieron que Matías se va y Julia empieza a seducir a Cecilia.)

martes, 7 de septiembre de 2010

Episodio 9: Contra-violencia

Nunca te sentiste tan denigrada. No tuviste derecho a réplica. Este sí es el fin. No lo querés ver nunca más. Tu corazón ya no le pertenece. !Lo odias!

Seguís llorando sin consuelo, sola en esa casa que parece tan grande para tu desprotección. Te sentís tan indefensa. La razón te dice que tenés que llamar a tu mamá pero no la querés preocupar. Necesitas ayuda. Se te cruza por la cabeza la imagen de tu hermano y sin dudarlo lo llamas. No estás segura por qué, pero sabés que necesitas una contención. No estás segura si es la persona indicada. O tal vez sí, aunque no querés reaccionar del por qué. ¿Dejará en algún momento tu cabeza de ser una duda materializada? Lo llamás a tu hermano. Ni bien lo saludas te pregunta si estás llorando y aunque se lo negás te contesta: "yo sabía, ese hijo de puta de Dani. Esta vez no me lo vas a negar. Yo sabía que te fajaba. Lo voy a matar. Sentenció su muerte. Decime dónde estás y te voy a buscar así ves como muere sufriendo y te paga todo lo que te hizo". Vos lo tratas de frenar. Le negás todo, sólo te cree cuando le decís que estás en tu casa sola. Corta y te va a buscar. ¿Será por esto que lo llamaste?

Suena el timbre. Ni un segundo para nada. ¿Será mejor o peor? Da igual porque el tiempo no lo tenés. Es Julia, tu amiga, que se quedó mal por cómo te tuviste que ir de su casa. Le decís que ahora no podés e insiste con subir un rato. Dice que está de paso antes de su clase en el gimnasio. Le abrís desde el portero eléctrico, te maquillas levemente tapando el violeta de tu ojo y antes de abrir la puerta te ponés unos anteojos oscuros. Abrís y ante la consulta del por qué de los anteojos, le mentís de que estabas durmiendo y estas hecha un desastre. Decide creerte. Escuchás sus disculpas, te cuenta que terminó todo mal con la ex después de lo tuyo, que le hizo saber lo que pensaba de la escena que les hizo y un montón de cosas más. Vos asentís. No tenés idea de que te está hablando. No te interesa. De golpe escuchás que te pregunta: “Ceci, ¿estás bien?”. Esa frase actúa de resorte para que explotes en un llanto nuevamente. Intenso. No podés parar. Tu amiga te abraza y te consuela. No podés más. Suena el timbre y Julia va a atender. Es tu hermano, le decís que lo haga pasar. Tratás de contener el llanto antes que suba pero es inevitable. Cuando entra tu hermano Matías, te abraza y enseguida quiere que le confirmes sus sospechas. Pregunta reiteradas veces si Dani te pego. No contestas hasta que se te escapa un “sí”. Suficiente para que él salga corriendo por la puerta a buscarlo a Dani. Vos agarrás un saco y salís atrás de él. Julia no entiende nada y va con ustedes. Suben los 3 al Honda de tu hermano. Vos tratás de frenarlo en todo momento aunque ni fuerza para eso tenés. De repente te encontrás en la puerta de la casa de tu ex, con tu hermano, tu amiga y tu ojo morado. No entendés nada. Las persianas del departamento están abiertas, él está adentro. Matías repite que ni bien salga lo va a matar a golpes. Vos insistís que lo deje así, que ya no te va a hacer nada. Julia pálida en el asiento de atrás. Pasan los minutos, la tensión crece.

(Los lectores decidieron que Matías lo golpea ferozmente a Dani.)

martes, 31 de agosto de 2010

Episodio 8: Corazón morado

Mientras querés disfrutar de estar abrazada con ese chico que tan mujer te hizo sentir, te das cuenta que tu cabeza te pide resolver tus problemas. Nadie te ha hecho gozar tanto antes y sin embargo no podés ser plena en ese instante. Ahí vez que Juan mira su celular. Lo mira de vuelta y dice: “Uy, se me hizo tardísimo. Ya son más de las 8 y yo tengo que irme. Sorry, pero necesito llegar”. Ahora sí que no entendés nada. ¿Pedirle explicaciones? ¿Pedirle que se quede un rato más? ¿Hiciste algo mal? ¿Qué tenés que hacer? Ufff, cuantas preguntas y él ya esta cambiado. Te pide disculpas nuevamente y te promete que te va a llamar. Dudás. Vas hasta la puerta, lo despedís y con el portero eléctrico le abrís la puerta de entrada. Te encendés un Lucky. Con la locura que tenés en tu cabeza no sabes que tema enfocar y te volvés a la habitación convencida que hiciste mal en hacerlo pasar a Juan. Que deberías haberle dado crédito al creer popular, de que si lo invitas a tu casa en la primera cita, sos una mujer para acostarse nada más. ¿Pero que son estos cuestionamientos? Hiciste lo que sentiste. Fuiste plena al menos por un rato. Volvés a la cama, silencias el celular y te acostas. Das unas vueltas en la cama y finalmente te dormís.

Sentís que dormiste por días. Muy profundo. Te cuesta abrir los ojos y querés seguir durmiendo. Encendés la televisión para ver la hora y el clima. Hace 13°2 y son las 13:43. Cuanto sueño. Apagas, intentás dormirte y al rato te das cuenta que va a ser imposible. Mirás el celular y tenés 2 llamados de Dani, tu ¿ex? ¡Qué manera de arrancar un domingo! Antes de escuchar el mensaje que te dejó, vas a la cocina, te haces un té y te preparas unas tostadas. Te encendés un cigarrillo y justo cuando estás arrepintiéndote de no haber retenido a Juan, aunque sea para sentirlo una vez más adentro tuyo antes que se vaya, escuchás unas llaves en la puerta de entrada. Están abriendo y sabés que sólo tu mamá y Dani tienen esa llave. El corazón se te acelera. Miedo. No estás preparada para verlo a Dani. Te acordás que tu mamá se va a pasar el día al country de unos amigos. Más miedo. Cierran la puerta y los pasos van directo a la cocina. Es él. Tu corazón late. Fuerte. Se saludan y de inmediato te empieza a pedir perdón. Que te estuvo tratando de encontrar pero algo pasaba con el celular. No sabés que contestarle. Te dice que no le importa ni quiere explicaciones. Te pide permiso para ir al baño y allá va. El tiempo hasta que vuelve es eterno. Golpe en la puerta y aparece él gritando: “¿qué es esto perra hija de puta? Puta de miérda, yo sabía que tenías un tipo. Contestame, concha tu hermana”. Sin soltar el forro que tiene en la mano izquierda, se acerca y con la derecha te zamarrea. “Contestá porque te mato”. Se te corta la respiración. No tenés aire. No podés hablar. Pum. La mano que te agarraba el brazo terminó en tu ojo. Dolor profundo. Pincha el forro con las llaves y te tira todo el semen encima al grito de: “trágatelo, puta de miérda. No puedo creer. Cuánta razón tenía. ¿Hace cuanto soy un cornudo?”. Vuelve a la puerta de la cocina, le pega un puñetazo. Se va a la puerta de entrada y pega un portazo. Vos te quedás llorando. Todavía no podés recuperar la respiración. Sentís que el ojo se te hincha y el corazón te estalla. Ya es tarde para arrepentimientos.

(Los lectores decidieron que Cecilia llama a alguien que puede resolver esto con violencia y que llega Julia, la amiga de Cecilia.)

martes, 24 de agosto de 2010

Episodio 7: Sentirlo

No podés ni querés dejarte de besar con Juan. Sólo querés que ese momento sea eterno. La sensación de tranquilidad que te trasmite es muy intensa. Lo invitás a subir para que vea si le interesa alguna de las películas que tenés. Como te gusta que se interese por el cine tanto como vos. Como te gusta él. Cuando querés acordarte, están los dos tirados en el suelo y él desabrochándote la camisa. Te dejás llevar.

Sentís tu camisa de seda deslizándose por la espalda, mientras él te da esos besos tan deliciosos. Suavemente te acaricia la espalda y con un movimiento de sus dedos logra desabrocharte el corpiño. Ya empezás a tener esa necesidad de sentirlo dentro tuyo. Te corres el corpiño y él continúa con sus besos. Nunca paran. Ahora esos labios se van acercando a tus tetas y las besa suavemente. Ahí sentís su lengua acariciarte el pezón. Vos estás cada vez más ardiente. Le sacás la remera, lo tomás de la mano y lo llevás hasta la cama. Corrés la sabana, lo tomás de la cintura y lo tirás sobre el colchón. Se deja caer. Vuelve el calor de sus besos. Sentís su cuerpo junto al tuyo y como se van frotando. Empieza a apoyarte y hacer movimientos sobre tu pelvis. Calor. Humedad. Le querés dar una señal de que estas lista y te sacas rápidamente las botas y los pantalones. Él hace lo mismo. Saca un forro y lo apoya sobre un costado. Se dan más mimos, caricias. Muchos besos. Es tan suave, tan lindo, tan tierno. Te va recorriendo todo el cuerpo con su lengua mientras te acaricia suavemente las tetas. Vuelve con su boca a tu boca y sus lenguas se empiezan a trenzar. Su mano va recorriendo todo tu cuerpo hasta que te acaricia la entre pierna. Justo ahí, en esa zona antes de tu sexo, que ya a esta altura tiene tanta sensibilidad. Cuando querés prestar atención a eso, él ya está pasando su lengua por tu oreja y recorriéndola toda. Sentís ardor. No aguantás más. Te bajás con una mano la bombacha para que él termine de sacártela toda. Aprovechas que salió de encima tuyo para sacarle los calzoncillos. Se lo acaricias, mientras se lo empezás a chupar. Con la mano libre le alcanzás el forro. Ves que ya lo abrió, te tirás contra la cama y le decís: “cogeme”. Se pone el forro. Deja la mano ahí mismo. Se te acuesta encima. Con el mismo movimiento y sin mover la mano, la acompaña hasta vos. Sentís como juega un poco con la punta y recién ahí entra dentro tuyo suavemente. Antes de llegar al fondo, empieza a salir. Entra y sale. Te empezás a mojar cada vez más. Entra y sale. Entra y sale. Cada vez con más intensidad. Entra y sale. Entra y sale. Querés estallar y no querés que termine ese momento. Entra y sale. Entra y sale. Entra y sale. Éxtasis total. Le pedís que no pare. Más, más, más. Entra y sale. Entra y sale. Acabás. Vibrás. Mientras él sigue y al instante acaba también. Estalla el mundo. Los cuerpos se relajan, se desinflan. Suspiran los dos. Se recuesta sobre vos sin sacarla. Te da unos besos. Se corre a un costado, se saca el forro, lo ata, lo tira a un costado y te abraza. Te acaricia la cara y te da unos besos en la mejilla. Te abraza.

Cuanto placer. No sentías algo así desde no sabés cuando. En realidad sí sabés pero tratas de hacerte la distraída. Eran esos primeros años en los que habías conocido a Dani, cuando empezabas a conocer el sexo. No te podés hacer la distraída. Después del vacío mental, las ideas te vuelven a dar vuelta en la cabeza y tienen el nombre de Dani.

(Los lectores decidieron que Juan dice que se tiene que ir y Cecilia lo deja ir.)

martes, 17 de agosto de 2010

Episodio 6: Cita con una voz

Te levantás del sillón, mirás a las dos como siguen intercambiando palabras, agarrás tus cosas, te preparás para salir. Le pedís permiso a Mara para ir al baño y ella no se corre. La esquivas. Te encerras en el baño, te mirás al espejo y te arreglas un poco antes de irte de ese lugar que no está ayudando a tu desorden mental. Salís, le das un fuerte abrazo a Ceci, le agradeces por todo y le pedís perdón. Le decís que se te hizo tarde y que te tenés que ir. Te responde con otro abrazo y te da el visto bueno para que te vayas, diciéndote que va a ser mejor así. La saludas a Mara que sigue apoyada en la puerta y te vas.

Salís a la calle, respirás profundamente el aire fresco. Caminas hasta la esquina, doblas a la derecha, haces un par de cuadras y te das cuenta que tu rumbo es indefinido. Decidís sentarte en las escaleras de un edificio antiguo. Un nuevo momento con vos misma. Sola. Un nuevo momento para repasar el día. Mientras, notas que ya se está haciendo de noche y que se te va a hacer imposible dormir hasta muy tarde. La conclusión de ambas cosas, te trae a la cabeza un nombre: Juan. Ese chico que tan tiernamente se había preocupado por cómo te fuiste de la casa de Javier, en el medio de esa fiesta con la que empezaste el día. Te empieza a intrigar como será. Se te ocurre llamarlo a Javier, con la excusa de hablar de la fiesta, cuando en realidad tu intención era conseguir mayor información de Juan. Te acordás que a esa hora tu amigo está actuando. Tu intriga te gana y le mandás un mensaje de texto a ese número del que te había llamado Juan: “Gracias por el llamado. Ya estoy mejor. Un beso. Ce.”. Sólo 2 minutos después te suena el teléfono. Es él. Luego de los saludos de rigor, te pregunta dónde estás y si te gustaría que se encontrarten. La intriga te puede. Tan sólo unas horas después de ese mensaje de texto, esa voz tendrá una cara que la acompañe.

Ya son las 11:30 de la noche. Llegás a la esquina de Honduras y Godoy Cruz, cuando ves un chico alto y rubio acercarse. Es muy lindo. Se te presenta, aunque vos ya intuías que era él. Van a un bar de la zona y se ponen a hablar. Ríen mucho. Le jurás que no entendés como no lo habías registrado en la fiesta. Mucho menos entendés como estas ahí en ese lugar con un desconocido. Y todo el tiempo te inventas excusas para no sentir culpa por estar sintiendo cosas por ese chico que aún no conoces. Es muy fuerte. La noche pasa, el vino corre. En el medio de la noche te llama Javier, para ver como estabas. Le contás la situación. Te da las mejores referencias de tu ocasional acompañante. También te llega un mensaje de Julia, que no llegas a responder porque se te olvida con un chiste que te hace Juan. Cuando te das cuenta, mirás el celular y ya son las 4:38. Ahora sí que no querés que termine el día. Te sentís renovada. Juan te dice por tercera vez que le avises si estabas cansada, y esta vez le contestas que sí. Pide la cuenta, paga. Hace mucho que alguien no era tan caballero con vos. Te lleva a tu casa en su auto, llegan a la puerta y no aguantas más. Lo besas. Sabes que de tan caballero, no te va a besar sabiendo que no estaba bien. Que te iba a respetar. Pero para vos el respeto con vos misma es hacerle caso a lo que sentís. Y no podías aguantarte más, sin un beso de él. Sus besos son deliciosos. El vino ya no deja lugar para las culpas y los pensamientos del día. Sus besos te calientan y recién ahí empezás a cuestionarte como seguir la situación. No entendés mucho lo que está pasando. Tampoco querés. (Los lectores decidieron que Cecilia o invita a Juan a pasar a su departamento y tiene relaciones sexuales con él.)

martes, 10 de agosto de 2010

Episodio 5: La ex

Mirás esa hoja en blanco y tratás de organizar un poco la idea que te da vueltas en la cabeza desde que te despertaste. Querés encontrar la forma de escribir algo en ese papel, para que cuando te den ganas de volver con Dani, releas lo que estas pensando en este momento. Este momento en el cual decidiste que la relación ya no da para más. Ahí es cuando dejas que tu mano fluya, pensando lo mínimo posible:

“Siento que estoy en una marea y he podido sentarme en una isla a salvo.
No puedo permitirme salir de acá, sin haber aprendido. La marea sigue allí,
en el mismo lugar. La única forma de evitarla es nadando para el otro lado.
Pero ojo, la marea nunca se va, soy yo la que se mueve. Así que cuando las
aguas calmas me acerquen a la isla, leeré este papel para saber para qué
lado emprender la vuelta.”


Soltás la birome, agarrás el papel, lo relees. Lo doblas cuidadosamente con dos pliegos, lo apoyas en el pecho, le das un beso suave. Ahí mismo escuchás una llaves en el hall de entrada, alguien está entrando. Guardas el papel en el bolsillo trasero del pantalón, lo acomodás y verificás que esté bien guardado con una palmada. Mirás a la puerta y entra una mujer. Bella. Morocha de pelo lacio, rasgos muy refinados. Personalmente no la conocés, pero la reconecés al instante. Es Mara. Además de haberla visto en fotos, Julia te contó toda la historia entre ellas. Una típica historia de amor, que terminó en casamiento hace 4 años y menos de 2 años después no pudieron superar la convivencia y tuvieron que separarse. Sabés que Mara es tan tierna como dañina, según lo que la ocasión requiera. Sabés que este departamento es de las dos hasta que consigan el divorcio, pero que Mara no viene casi nunca. Sabés que Mara es muy celosa y eso te preocupa.

Mientras Mara entra, Julia sale de la habitación del fondo, tratando de estirarse luego de su siesta. Mara cierra la puerta, te mira, la mira a Julia y pide explicaciones:

- ¿Se puede saber quién es esta? – es lo primero que le escuchás decir a Mara.
- Esta tiene nombre y se llama Ceci. Es mi amiga, nada más.
- Yo no ando trayendo “amigas” a casa. Creí que estábamos de acuerdo en eso.
- Por favor, Mara, no empecés. Es una amiga que tiene problemas, vino a verme y nada más. No hinches las pelotas, que ella no está bien y no quiero que se ponga peor.
- Claro, siempre pensando más en los otros que en nosotras – le responde Mara -. No cambiás más vos.

Vos mirás, sintiendo que la discusión va subiendo de tono. No sabés bien que hacer, si meterte o dejarlas. Y si te vas, ¿dónde vas a ir? Los fantasmas de la confusión te empiezan a dar vueltas. (Los lectores decidieron que Cecilia pide permiso para retirarse y busca un plan para la noche)

martes, 3 de agosto de 2010

Episodio 4: Detenerse

Tu cabeza sigue siendo pura confusión hasta que no aguanta más. Estalla y con ello te sumergís en un mar de lagrimas. La ves a Julia salir eyectada de su silla, para tirarse sobre vos y abrazarte como nunca antes. A vos eso te ayuda para no pensar más en si te están viendo llorar y lo haces cada vez con más fuerza y sin represión. Mucha intensidad en el llanto. No aguantabas más. Sentís todo el calor de Julia encima tuyo y eso hace que tus lágrimas se vayan secando paulatinamente. Ahí mismo, ella te pasa un brazo por la espalda, te agarra del hombro y te acompaña hasta la habitación. Te apoya en la cama, te ayuda a sacarte las botas, te recuesta y te tapa.

La siguiente imagen que tenés, es cuando te despertás. Mientras abrís los ojos, vas sintiendo que tenés una mano sobre tu teta izquierda y un brazo cruzándote el cuerpo. Vas abriendo lentamente los ojos y reconstruyendo qué es lo que sucedió, aunque hasta que no terminas de abrirlos no tenés todas las piezas para saberlo. Allí la ves a Julia, durmiendo junto a vos y cuidándote. Te da mucha ternura. Relajación. Te sentís liviana y con una leve sonrisa en la cara. El llanto logró lo que en medio de la crisis creías que era imposible: relajar la cabeza. De todas formas, sentís el cuerpo cansado, como si pudieras dormir durante muchas horas más. Mirás el reloj en la mesita de luz y marca las 17:34. El día continua, aunque no sabés bien cómo. Crees que lo peor ya pasó, aunque no estás tan segura de ello.

Suavemente te levantas de la cama, corriéndola a Juli para un costado. Vas al comedor sin hacer ruidos. Encontrás una tuca, la encendés. Te fumás un Lucky mientras completas en tu cabeza como fue el día desde que saliste de la fiesta. Hay algunas partes que todavía son difusas. Ahí tomas el celular que habías apoyado en la mesa, te sentás y revisas las novedades. Tenés 2 llamadas perdidas. Una de Dani, la otra de tu mamá. También un mensaje de texto de Javier, el organizador de la fiesta, preguntando como estás. Lo contestás al instante, antes de olvidarte, diciendole que todo va a estar bien y agradeciendo la preocupación. Antes de devolverle el llamado a tu mamá, vas a la cocina, te preparas un té de mango y volvés al comedor. Te sentás en el sillón, con el celular en la mano y apoyando el té en la mesa ratona. La llamás a tu mamá:

- Hola má, ¿me llamaste?
- Sí, Ce. Era sólo para ver como estabas.
- Bien, no te preocupes. Me había tirado a dormir una siesta, así que me estoy despejando.
- Bueno, no te jodo más, hijita. Después hablamos. Besos.
- Beso, má.

Cortas, bebes un sorbo de té, agarras una birome y un papel y te dispones a escribir. (Los lectores decidieron que Cecilia escriba un pensamiento que quiere retener, que no quiere olvidar.)

martes, 27 de julio de 2010

Episodio 3: Amistad complementaria

Sentís que sos una masa de nervios. Pura confusión. Empezás a notar que estas en el momento justo, ese que tanto estudiaste en la facultad. El límite entre la cordura y la locura. Mirás para todos lados y sentís que cada persona que está cerca te mira y vos no entendés por qué. No lo soportas. Entrás a correr. Corres, corres, corres. De golpe te detenés. Estas a un par de cuadras de la casa de Julia.

A Juli no la conoces hace tanto, pero la sentís muy intima. Sentís que está en una sintonía complementaria a la de tu cabeza. Muy pocas veces están de acuerdo. Eso te hace sentir bien con ella y eso mismo te impulsa a ir a su casa por ayuda. Llegas a la puerta, presionas el timbre del segundo piso B, encendés un cigarrillo y esperas que te contesten. Ves que la mitad del pucho se consumió y tocás de nuevo. Juli te atiende, le pedís hablar y te abre la puerta de entrada. Subís, entras a su casa y le das un abrazo interminable. Demostrás la contención que necesitas. Te invita a sentarte, prepara un café para cada una y dá paso a que le cuentes todo.

Era lo que necesitabas. No sabés por dónde empezar, pero sabés que por más que no seas muy clara, Julia te va a entender. Encendés otro Lucky y empezás a desahogarte. Le contás que Dani empezó a recibir llamados en los que se alejaba para hablar, así vos no escuchabas. A eso se le suma su inmadurez. Te demuestra ser muy posesivo, pero al mismo tiempo no se compromete. Quiere que duerman juntos, pero no que compartan un alquiler. Quiere que los viernes se queden viendo una película, pero no hay domingo que logres estar con él. Y encima esos llamados. ¿Quién será?. No llegaste a la desesperación de revisar su celular, aunque ganas no te faltaron. Ahí Juli te pide que te tranquilices y vos tomas un respiro. Silencio. Suena tu celular y es Dani. Lo vas a atender pero Juli te pide que por favor no lo hagas. Dani corta. En ese momento empezás a debatir con tu amiga sobre los pasos a seguir. Ella argumenta que tenés que esperar un tiempo, que actuar en caliente sería seguir en la misma rueda que gira y nunca se detiene. Sería empezar de nuevo con más de lo mismo. Vos insistís que tenés que dar la cara, respaldándote en el amor y en tantos años pasados juntos. No tenés más argumentos que esos. A medida que pasa la conversación, la situación se torna en una nueva tensión en tu día, y por qué no, en tu vida. Vos de a poco te indignas porque crees que ella tiene una actitud poco receptiva, aunque te confunde que en realidad es eso lo que te atrae a su amistad. Por un momento la entras a desconocer. Cada momento que pasa, todo se va volviendo menos claro. Lo único claro es que tenés que actuar antes de que la situación te sobrepase y actúe por vos. (Los lectores decidieron que Cecilia empiece a llorar desconsoladamente.)

martes, 20 de julio de 2010

Episodio 2: Volver o no volver, esa es la cuestión

Te llenas de sensaciones. Todas llevan a la confusión. De lo que estás segura es que ya no podrás volver a dormirte por un largo rato.

- ¿Sos amigo de Javier? – Le preguntás
- ¿Quién?
- Javier, el dueño de casa. El que organizaba la fiesta.
- Ah, no. Él salía con el amigo de un amigo mío. Por esa relación que mi amigo y él quedaron amigos, aunque ellos se dejaron de ver. ¿Se entendió? – Te pregunta, queriendo asegurarse ser lo más claro posible.
- Más o menos, sí – Le contestas, dejando salir una pequeña carcajada a la cual él responde con otra.
- Bueno, pero nunca me respondiste. ¿Ya estás bien? No sé que había pasado, ni me interesa saberlo. Sólo que esa situación me dejó una sensación muy extraña. Como si te conociera y necesitara acompañarte en ese momento. No sé. Parece todo descabellado, pero de verdad que lo sentí. Vos y tus ojos desfigurándose en ese rostro tan bello, me produjeron una armonía en la confusión.
- ¡Gracias!. Ahora estoy bien. – Le contestas mientras reflexionas sobre lo que te está produciendo todo ello. Ahí es cuando necesitas un minuto de respiro.

Le pedís que espere un minuto, que ya volvés. Vas al baño, te miras al espejo y te das cuenta que el maquillaje todavía sigue ahí sobre tu cara y todo desparramado. Tu cara es un horror. Te mojas con agua fría y repetís la acción. Te quedas un segundo dura, sentís el calor recorriéndote del tabique a los dedos de los pies. Volvés a reaccionar y vas corriendo al teléfono. Agarras el celular apoyado sobre la cama, saludas nuevamente a Juan y él ya no está ahí. Después de un largo rato de euforia y de sentir unos toros caminándote por la cabeza, te quedas pensando en la secuencia y con cada recuerdo una nueva incógnita de que fue lo que sucedió. En el medio se te empieza a cruzar la pelea con Dani y te das cuenta que el decirle todo lo que venias procesando te dio un alivio. Te sentís distinta a ayer. Pasas de la tensión que te produce el recuerdo de la situación, a la relajación de saber que le dijiste todo y volvés a tensionarte. Comenzás a descolocarte. “¿Y Juan?”, te preguntas. Ya son las 8:34. Tu cabeza te estalla pero tampoco podrías dormir ni si lo intentaras. Vas a la cocina, te preparas unos mates y seguís pensando. La gotera del fondo hace una sinfonía con la de tu nariz. Te sentís inquieta, así que decidís ponerte la misma ropa que habías tirado la noche anterior y bajás a pasear. Mientras caminas por la calle, ves los negocios cerrados y te acordás cuando eras chica, que no sólo los hipermercados estaban abiertos a esa hora, sino que la mayoría de los negocios abrían antes del mediodía. Era el año 2010, vos sólo tenías 16 añitos y creías que te llevabas el mundo por delante sólo porque empezaste a salir con él, un chico más grande y que ya manejaba su propio auto. Hoy, más de una década después, te das cuenta todo lo que te falta aprender. Te consume la nostalgia y eso mismo te lleva a recordar los buenos momentos con Dani. Cuando se conocieron, cuando se lo presentaste a tu mamá, la primera cena romántica. Tantos recuerdos y el muy hijo de puta lo tuvo que echar todo a perder. Pero lo seguís amando. No sabes que hacer. Si volver atrás o aprovechar la pelea para no hablarle nunca más. La culpa de haberlo dejado tan mal parado delante de sus amigos empieza a tomar posesión de tu alma. (Los lectores decidieron que Cecilia vaya a la casa de una amiga.)

sábado, 10 de julio de 2010

Episodio 1: Había una vez...

Son las 4 y poco de ese viernes bien de invierno. Estas muy relajada, caminando sola por la calle y tenés mucho frio. Vas por la vereda viendo esa gente que está durmiendo sobre los portones de los negocios cerrados. Te detenés a comprar cigarrillos y como no tienen los Lucky Strike que siempre fumas, le pedís al vendedor que te de 2 cigarrillos sueltos. Prendes 1 con el encendedor que esta colgando junto a la pequeña abertura que hay en la reja del kiosco. Seguís caminando. Una noche para el olvido dejas atrás con cada paso. No ves la hora de llegar a tu casa para estar protegida del frio y que tus sueños se lleven esos recuerdos. Entras al edificio donde vivís, llamas el ascensor y tu impaciencia te lleva a subir los 2 pisos por escalera. Abrís la puerta y te encontrás con todo revuelto. Decidís autoconvencerte de que mañana pondrás un poco de orden. Ahí es cuando te sacas la remera, también las botas y el pantalón. Quedas en ropa interior. Te lavas los dientes, te desmaquillas y sentís que te vas a desvanecer en la cama. Vas directo a la cama, te recostás y te quedas totalmente dormida. Al poco tiempo, suena el celular y decidís atender, mientras miras el reloj de pulsera. Son las 7:21 y sospechas que ese instante puede ser el mismo en el cual empiece un nuevo día tormentoso. Atendés el teléfono, preguntas quien es y una voz desconocida te dice: “Ceci, ¿cómo estás?”. Repetís tu pregunta. Él te pide disculpas por la hora y, omitiendo tu pregunta, te cuenta que no te conoce pero te vio salir con mucha tristeza de esa fiesta. Te confiesa que esa imagen le produjo una enorme angustia en el pecho por lo que decidió pedirle tu número de teléfono al dueño de la casa donde se hizo el evento, sólo para saber si habías llegado bien. “Mi nombre es Juan”, te dice inmediatamente después. Vos comenzas a desvelarte y las dudas te comienzan a surgir. No sabes si te produce miedo o ternura ese llamado. (Los lectores decidieron que Cecilia continué la conversación.)