martes, 3 de agosto de 2010

Episodio 4: Detenerse

Tu cabeza sigue siendo pura confusión hasta que no aguanta más. Estalla y con ello te sumergís en un mar de lagrimas. La ves a Julia salir eyectada de su silla, para tirarse sobre vos y abrazarte como nunca antes. A vos eso te ayuda para no pensar más en si te están viendo llorar y lo haces cada vez con más fuerza y sin represión. Mucha intensidad en el llanto. No aguantabas más. Sentís todo el calor de Julia encima tuyo y eso hace que tus lágrimas se vayan secando paulatinamente. Ahí mismo, ella te pasa un brazo por la espalda, te agarra del hombro y te acompaña hasta la habitación. Te apoya en la cama, te ayuda a sacarte las botas, te recuesta y te tapa.

La siguiente imagen que tenés, es cuando te despertás. Mientras abrís los ojos, vas sintiendo que tenés una mano sobre tu teta izquierda y un brazo cruzándote el cuerpo. Vas abriendo lentamente los ojos y reconstruyendo qué es lo que sucedió, aunque hasta que no terminas de abrirlos no tenés todas las piezas para saberlo. Allí la ves a Julia, durmiendo junto a vos y cuidándote. Te da mucha ternura. Relajación. Te sentís liviana y con una leve sonrisa en la cara. El llanto logró lo que en medio de la crisis creías que era imposible: relajar la cabeza. De todas formas, sentís el cuerpo cansado, como si pudieras dormir durante muchas horas más. Mirás el reloj en la mesita de luz y marca las 17:34. El día continua, aunque no sabés bien cómo. Crees que lo peor ya pasó, aunque no estás tan segura de ello.

Suavemente te levantas de la cama, corriéndola a Juli para un costado. Vas al comedor sin hacer ruidos. Encontrás una tuca, la encendés. Te fumás un Lucky mientras completas en tu cabeza como fue el día desde que saliste de la fiesta. Hay algunas partes que todavía son difusas. Ahí tomas el celular que habías apoyado en la mesa, te sentás y revisas las novedades. Tenés 2 llamadas perdidas. Una de Dani, la otra de tu mamá. También un mensaje de texto de Javier, el organizador de la fiesta, preguntando como estás. Lo contestás al instante, antes de olvidarte, diciendole que todo va a estar bien y agradeciendo la preocupación. Antes de devolverle el llamado a tu mamá, vas a la cocina, te preparas un té de mango y volvés al comedor. Te sentás en el sillón, con el celular en la mano y apoyando el té en la mesa ratona. La llamás a tu mamá:

- Hola má, ¿me llamaste?
- Sí, Ce. Era sólo para ver como estabas.
- Bien, no te preocupes. Me había tirado a dormir una siesta, así que me estoy despejando.
- Bueno, no te jodo más, hijita. Después hablamos. Besos.
- Beso, má.

Cortas, bebes un sorbo de té, agarras una birome y un papel y te dispones a escribir. (Los lectores decidieron que Cecilia escriba un pensamiento que quiere retener, que no quiere olvidar.)

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