martes, 24 de agosto de 2010

Episodio 7: Sentirlo

No podés ni querés dejarte de besar con Juan. Sólo querés que ese momento sea eterno. La sensación de tranquilidad que te trasmite es muy intensa. Lo invitás a subir para que vea si le interesa alguna de las películas que tenés. Como te gusta que se interese por el cine tanto como vos. Como te gusta él. Cuando querés acordarte, están los dos tirados en el suelo y él desabrochándote la camisa. Te dejás llevar.

Sentís tu camisa de seda deslizándose por la espalda, mientras él te da esos besos tan deliciosos. Suavemente te acaricia la espalda y con un movimiento de sus dedos logra desabrocharte el corpiño. Ya empezás a tener esa necesidad de sentirlo dentro tuyo. Te corres el corpiño y él continúa con sus besos. Nunca paran. Ahora esos labios se van acercando a tus tetas y las besa suavemente. Ahí sentís su lengua acariciarte el pezón. Vos estás cada vez más ardiente. Le sacás la remera, lo tomás de la mano y lo llevás hasta la cama. Corrés la sabana, lo tomás de la cintura y lo tirás sobre el colchón. Se deja caer. Vuelve el calor de sus besos. Sentís su cuerpo junto al tuyo y como se van frotando. Empieza a apoyarte y hacer movimientos sobre tu pelvis. Calor. Humedad. Le querés dar una señal de que estas lista y te sacas rápidamente las botas y los pantalones. Él hace lo mismo. Saca un forro y lo apoya sobre un costado. Se dan más mimos, caricias. Muchos besos. Es tan suave, tan lindo, tan tierno. Te va recorriendo todo el cuerpo con su lengua mientras te acaricia suavemente las tetas. Vuelve con su boca a tu boca y sus lenguas se empiezan a trenzar. Su mano va recorriendo todo tu cuerpo hasta que te acaricia la entre pierna. Justo ahí, en esa zona antes de tu sexo, que ya a esta altura tiene tanta sensibilidad. Cuando querés prestar atención a eso, él ya está pasando su lengua por tu oreja y recorriéndola toda. Sentís ardor. No aguantás más. Te bajás con una mano la bombacha para que él termine de sacártela toda. Aprovechas que salió de encima tuyo para sacarle los calzoncillos. Se lo acaricias, mientras se lo empezás a chupar. Con la mano libre le alcanzás el forro. Ves que ya lo abrió, te tirás contra la cama y le decís: “cogeme”. Se pone el forro. Deja la mano ahí mismo. Se te acuesta encima. Con el mismo movimiento y sin mover la mano, la acompaña hasta vos. Sentís como juega un poco con la punta y recién ahí entra dentro tuyo suavemente. Antes de llegar al fondo, empieza a salir. Entra y sale. Te empezás a mojar cada vez más. Entra y sale. Entra y sale. Cada vez con más intensidad. Entra y sale. Entra y sale. Querés estallar y no querés que termine ese momento. Entra y sale. Entra y sale. Entra y sale. Éxtasis total. Le pedís que no pare. Más, más, más. Entra y sale. Entra y sale. Acabás. Vibrás. Mientras él sigue y al instante acaba también. Estalla el mundo. Los cuerpos se relajan, se desinflan. Suspiran los dos. Se recuesta sobre vos sin sacarla. Te da unos besos. Se corre a un costado, se saca el forro, lo ata, lo tira a un costado y te abraza. Te acaricia la cara y te da unos besos en la mejilla. Te abraza.

Cuanto placer. No sentías algo así desde no sabés cuando. En realidad sí sabés pero tratas de hacerte la distraída. Eran esos primeros años en los que habías conocido a Dani, cuando empezabas a conocer el sexo. No te podés hacer la distraída. Después del vacío mental, las ideas te vuelven a dar vuelta en la cabeza y tienen el nombre de Dani.

(Los lectores decidieron que Juan dice que se tiene que ir y Cecilia lo deja ir.)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que relato! me excite un poco...

Anónimo dijo...

Que relato! me excite un poco...