martes, 21 de diciembre de 2010

Episodio 23: Final del juego.

Cuando escuchás el celular, estabas profundamente dormida. Era un sueño de esos que te dejan sensación de ahogo. No recordás bien. Reaccionás y mirás el celular. Es de un número no identificado. Cuando vas a atender, cortan. Volvés a dormitarte. No sabés cuanto tiempo después, pero vuelve a sonar. Atendés directamente. Del otro lado una voz muy grave. Te preguntan si conocés a Menéndez, Juan. Dudás el apellido e inmediatamente salteás la respuesta y preguntás que le pasó. Te dicen que llaman del hospital, que están llamando a este número porque es el último que tenía marcado el paciente desde su celular, si por favor te podés acercar, que está internado. Te despertás de golpe. El hombre te dice que no te pueden suministrar más información por teléfono. Te pasan los datos del hospital y cortás. Buscás el teléfono de tu hermano en la agenda del celular. Desistís. Llamás a Javier, el amigo en común con Juan. Le explicás, como podés, y quedan en encontrarse en el hospital. Te ponés la ropa que te habías sacado, agarrás la cartera y bajás rápido. Tomás el primer taxi que pasa. Estás agitada. No sabés que pasó. No sabés como está él. Si le paso algo, sabés que es por culpa tuya. Preguntás en recepción ni bien llegás. Ni sabés cuanto le habías dejado de propina al taxista. Te dicen que está en terapia intensiva, en el cuarto piso. Subís el ascensor y el viaje se hace interminable. Lo que no querías creer, es así. Está grave. Por fin llega el ascensor al cuarto. Preguntás a una enfermera que sale de intensiva y te dice que está en la 423, pero que no se puede… no te importa nada, te mandás antes de que ella termine la frase. Entrás corriendo. Escuchás que te gritan “señora, voy a llamar a seguridad, no puede estar aquí”. Ahí mismo entrás al cuarto que te indicaron. Lo vés a Juan. Todo entubado. Largás el llanto que la angustia en tu pecho te pedía. No podés creerlo. Trabás la puerta y te le acercás. Te sentás al lado y le decís: “Juan, soy yo. Cecilia. Por favor, no me dejés. No te lo dije porque quería esperar un tiempo prudencial, pero en tan poco tiempo me di cuenta que te amo. Sos mi amor. Necesito que estés acá conmigo. Perdón por hacerte esto”. Lo tomás de la mano, llorás encima de él, observás como tiene vendas por todos lados y la cara totalmente desfigurada. Escuchás que intentan abrir la puerta y seguido una mujer pidiendo que traigan la llave. Vos seguís llorando. No podés parar. Darías tu vida a cambio de que Juan se recupere. Una vez que abren la puerta, te parás y sola te retirás. La enfermera se compadece y te toma del hombro. Te acompaña a la sala de espera.

Lográs contener el llanto. Ya te están ardiendo los ojos. Ves que llega Javier, viene y te abraza. Se abrazan muy fuerte los dos. Le preguntás a quién más le tienen que avisar que Juan está ahí, pero te recuerda que no tiene familiares cercanos. Ahí te acordás de una charla que tuvieron con Juan, donde te contó la tragedia que sufrieron sus padres. Sale la enfermera y le preguntás que le pasó. Te dice que lo encontraron así, tirado en la calle, tras una riña callejera. Preguntás la dirección y comprobás que era en la casa de Dani. Justo te llama tu hermano, atendés y le contás todo. Se corta la comunicación. Volvés con la enfermera y le preguntás si se va a mejorar, te dice que el pronóstico es reservado. Nunca entendiste bien ese término, pero te suena jodido.

Se quedan hablando por un rato largo con Javier. Pasan las horas y nada. De a ratos conseguís olvidarte de lo que pasa, pero en seguida volvés. Tras varias horas, se comunica de vuelta tu hermano. Te dice que le hizo una visita a Dani y que ya no te va a molestar más. Preferís no profundizar y evitás los detalles. Le decís que a la noche hablan bien.

Ahora tu cabeza está más confundida. De a ratos pensas en tu ex, de a ratos en el amor que tenés por Juan. Tratás de seguir lo que Javier te dice, pero te cuesta. Por fin sale una doctora que pregunta: “¿Menéndez, Juan?”. Enseguida se acercan a ella. Les dice que el cuadro de él era complicado, pero ya se estabilizó. Que estará internado por 48 horas, sólo para observación, pero que cree que su recuperación será total. Le agradecen y se va. Lo mirás a Javier y le decís que salís a comprar cigarrillos. Cuando bajás, agarrás tu celular y tu documento personal. Salís del hospital y en el primer tacho los tirás. Encendés un Lucky y empezás a caminar sin destino. Ya decidiste empezar todo desde cero, armar una vida nueva.


(Gracias a todos los que en algún momento siguieron la historia, y nos encontramos en la próxima. Abrazos y pura vida.)

martes, 14 de diciembre de 2010

Episodio 22: Valiente

Le preguntás a Juan si te cree que ese hombre era Dani y te pide que te calmes. Te dice que te tranquilices y le reiterás la pregunta. Te contesta que sí, pero que ahora no pueden hacer nada. Empezás a pensar, no querés que te tomen por loca. Cada vez vas llorando menos, tu atención está puesta en el pensar como seguir. Se te acerca el policía y te pregunta si vas a hacer la denuncia. Lo pensás y desistís. Te ofrece ayuda y también le contestás que no. Lo mirás a Juan y le decís: “sé que no soy quién para involucrarte pero siento cosas por vos y quiero que me creas. Vamos a buscarlo a Dani a la casa para que veas que no miento. Por favor. “. Te mira y no tan seguro te contesta que sí, que van a ir cuando estés más tranquila. Le decís que ahora querés ir para la casa de tu ex, él traga saliva y acepta.

Suben a un taxi, no te importa nada. Querés ya llegar para demostrarle que no estás loca. Ese hombre que negaba su identidad, es quién vos decís. No podés estar tan errada. ¿Cómo podrías? El taxi avanza y el silencio es atroz. Juan te agarra la mano y mucho no te importa. Te empieza a acariciar la palma. A vos sólo te importa llegar para demostrarlo. Él intenta darte charla pero vos sos cortante. Estás enceguecida por una meta: que Juan te crea. Sabés que él tiene sus dudas y te apena un poco eso. Aunque también sabés que no le podés exigir más que lo que te está dando esa persona que hace poco era un total desconocido en tu vida. Ahí te detenés mentalmente un segundo. Dudás sobre lo que estás haciendo, sobre las consecuencias, pero inmediatamente volvés al estado anterior. Aún con más fuerza. Con esa duda sólo reforzaste tu estado de ira y de convicción por querer demostrar. Están llegando y viene otra duda: ¿una vez que lo vea, qué onda? Decidís dejarlo al azar. Por una vez en tu vida tenés que estar entregada a lo que pase, no podés programar todo.

Recién cuando le decís al taxista que en un par de cuadras es el lugar, sentís que al lado tuyo tenés un hombre de verdad. Bien valiente. Lo escuchás a Juan decirte: “no voy a permitir que te pase nada. Yo me bajo acá, lo espero hasta que llegue ese hombre y veré que tengo que hacer. Pero no te voy a poner en riesgo, de ninguna manera”. Te da entre ternura y desconcierto. Intentás negarte pero su convicción es muy fuerte. Te pide que lo esperés en tu casa que en cuanto termine de comprobar lo que decís y de ver cómo resolver lo que te está haciendo tu ex, va para allá. Se baja del taxi, te da un beso, te pide que no te preocupes que él va a estar bien. Cuando le querés decir que deseás que no le pase nada, te calla y le dice al taxista tu dirección. Vos le marcás la puerta exacta de donde vive Dani y comenzás a lagrimear. Ves como cierra la puerta del vehículo. Saludás con la mano y no lo querés perder de vista. Lo seguís mirando hasta que el taxi dobla en una esquina.

“¿Qué estoy haciendo?”, te preguntás. Empezás a pensar que enloqueciste. ¿Y si en realidad flasheaste cualquiera y estás entrando en un estado desconocido? ¿Acaso acusaste a un hombre cualquiera de ser quién te está persiguiendo? Y si no, ¿de qué se trata tu reacción? ¿Mirá si pusiste en riesgo la vida del hombre que recién estabas empezando a conocer? ¿Qué le hará a Dani? Extrañás el estado de furia donde las dudas no te acompañaban. Vés como el taxi avanza y tu desconcierto también. Llegan a tu casa, le vas a pagar y el taxista te dice que tu acompañante ya le pagó. ¿Cuándo fue eso? Te das cuenta que necesitás descasar urgente. Subís rápido a tu departamento, te sacás la ropa y agarrás el celular. Querés hablar con alguien y al mismo tiempo no querés involucrar a nadie más. Tu mamá, se va a asustar. Tu amiga Julia, no es el momento de volver a verla. Tu hermano, puede hacer desastres. Te acostás, ponés una película a ver si te dormís. No te concentrás ni de casualidad en lo que vés. Esperás que te llame Juan rápido con novedades. Respirás profundo, te concentrás en tu respiración y te quedás profundamente dormida como si te resignaras a que sea lo que Dios quiera.

(Los lectores decidieron que llaman del hospital que le pasó algo a Juan.)