martes, 21 de septiembre de 2010

Episodio 11: Amistad profunda

Tu amiga aprovecha que volvés del baño para ir ella. Tu hermano sigue con el hielo apoyado en la cara, te sentás al lado suyo y le mirás el ojo. Le preguntás por cómo cree que va a seguir todo y te dice que Dani es un cagón como todos los que les pegan a las mujeres y como tal, no va a joder más. Te parece lógico y decidís tomarte de eso para tranquilizarte. Vuelve Julia del baño y Matías se levanta. Tu hermano dice que deja el celular encendido pero que tiene que pasar a buscar a su chica por la casa. Te reitera que no dudes en llamarlo y le deja su número de teléfono a Julia, por las dudas. Saluda, deja el hielo en la cocina y se va.

Nuevo silencio en la sala.

La mirada penetrante de tu amiga te afloja y te pones a llorar nuevamente. Ella se acerca y te abraza. Apoyás tu cabeza sobre su hombro. Te acaricia el pelo suavemente. Cuanto cariño. Cuanto calor que sentís. Seguís llorando. Juli te besa, maternalmente, la cabeza. Llorás. Te besa la mejilla. Te acaricia la otra. Te sentís acogida y le agradecés por estar. Ella te calla diciéndote que no hay nada que agradecer y que te quiere mucho. Que siempre va a estar. Le respondés con un beso en la mejilla y mayor intensidad en el abrazo. Ahí sus tetas se rozan y con los mimos que te está haciendo en la espalda, se te enciende tu lado sexual. Te acordás de Juan y esa noche fantástica que tuvieron. Enseguida decidís reprimirte todo sentimiento de placer y volver a la pelea que presenciaste. Llorás nuevamente. Tu amiga te da un beso que roza la comisura del labio, lo cual lleva tu cabeza nuevamente a tu sexualidad. Por primera vez la ves a Julia como un ser sexual. Por primera vez desconfías de su amistad a causa de su lesbianismo. Empezás a convencerte que son todas ideas tuyas, que ella es buena con todos y no hay nada raro en todo eso. Te sentís incomoda desde la cabeza pero muy cómoda en lo sensitivo. Te levantás del sillón y le ofrecés un té que no acepta. Le avisás que te vas a la habitación a cambiar, te pregunta si querés que te ayude y le decís que mejor te espere ahí que ya volvés. Mientras te cambias el corpiño y la remera, seguís pensando en que pasaría si en realidad ella siente cosas por vos. ¿Será que la amistad entre las mujeres tampoco existe? ¿Será que siempre es por conveniencia? No lo sabés. Ahora que ya no tenés pareja, ¿no será tiempo de probar nuevas experiencias? Pero si a vos no te gustan las mujeres, ¿o sí? No hay Paracetamol que detenga tu cabeza, no. Ni un Clonazepam podría. Te ponés una remera holgada y volvés al comedor. Julia está escribiendo un mensaje de texto y vos te sentás al lado. Deja el celular, le agradeces nuevamente y ahora sos vos la que le acaricias la mejilla suavemente. Ella te muestra una de sus hermosas sonrisas. Le respondés con otra sonrisa. ¿Qué estás haciendo? ¿Será que ella te estaba seduciendo con tantas caricias o sólo lo hacía por la amistad? Tus dudas desaparecen cuando ella te da ese leve beso de labios. Inmediatamente te pide disculpas, que fue un día movido, que está confundida, que ella no quería, que no sabe lo que pasó, que se odia por arruinarlo todo, que se va a ir. Mientras escuchás todo eso vas pensando qué es lo que querés vos. ¿Será hora de probar si te gustan o no las mujeres? ¿Qué es todo esto? Pensas: ¿Cómo llegué a esta locura?

(Los lectores decidieron que llega Juan, el chico con el que se había acostado Cecilia)

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