martes, 23 de noviembre de 2010

Episodio 19: ¿Tranquilidad?

Disfrutás de este momento de descontractura. Estás contenta de estar viviendo este día. La conversación sigue y a cada concepto profundo que escuchás de Pedro, te quedás reflexionando. No te da tiempo a retener ninguno porque es constante la demostración de sabiduría que te demuestra ese viejito. Tenés la esperanza que todo eso quede en algún lugar de tu cabeza. Seguís con atención todo lo que cuenta sobre mitología de la India o sobre algunas tribus perdidas. Todo es desconocido y fascinante para vos. De repente, te vibra el celular, lo sacás para atender, mirás la pantalla y te tirás levemente para atrás. Es Dani, tu ex. Apretás el botón para que deje de vibrar y volvés a la conversación. Tu cara no es la misma. Te vibra de nuevo y repetís la misma secuencia. Juan te pregunta quién es y vos le decís que no vas a atender porque es un número desconocido. Ahí sentís que el celular en el bolsillo te hace la vibración de cuando entra un mensaje de texto. Pedro aprovecha la pausa para ofrecerles un té, el cual ambos aceptan. Pedro se va al fondo y Juan se va al baño.

Aprovechás, mirás el celular y efectivamente el mensaje es de Dani. Tu descontracturado bienestar ya no es tal. Desbloqueás el teléfono, apretás para leer el mensaje y leés: “Kevin t vio. Me dijo q estas en Belgrano c alguien. Estoy llegando. Atendeme!!!!!!”. Se te hace difícil la respiración. Tu cabeza pasa de 1 a 1000 en un 1 segundo. Empezás a pensar cómo salir de esa situación. Si fuera por vos salís corriendo ya. ¿Y la descortesía de irte sin saludar? Te levantás para irte. Aparece Pedro. Te sentás. Enseguida aparece Juan. Estás dura. Encima del lado de donde vino Pedro, sale una mujer oriental. Pedro te la presenta como su esposa Sun o Sulma, como prefieras. La saludás con una pequeña reverencia. Ella apoya la bandeja con el té y las tasas sobre la mesa y se queda parada detrás de Pedro sin decir una palabra. Juan pregunta si te pasa algo y le contestás que no. Te corregís y le decís que no te sentís bien a lo que te propone que tomés el té a ver si te ayuda a recuperarte. No te queda otra. Tomás el té. Un tanto apurada para el ritmo que se vive en ese lugar. Igualmente tu alteración hace que no sea el mismo clima que hasta hace 5 minutos. Te imaginás lo que puede llegar a pasar si Dani llega ahí. Te preocupa tanto la integridad de las personas como de las plantas del vivero. Abruptamente interrumpís la conversación entre ellos y le pedís a Juan que te lleve a tu casa. Él te dice que van para la suya. Se levantan, ambos piden disculpas a los anfitriones por tener que irse así y saludan. Ellos no salen de su paz. Te parece hasta que son indiferentes aunque después lo analizás y te da mucha envida la tranquilidad que tienen. La misma que les hace posible aceptar tu necesidad de irte. Despacio empezás a caminar hacía la puerta, Juan se adelanta y te la abre. Salen.

Otra vez el vientito fresco en la cara te hace aliviar un poco tu cabeza, aunque esta vez es mínimo. En seguida Juan te pregunta qué te pasa, vos le decís que nada y el te pregunta si tiene que ver con ese llamado que recibiste. Vos le decís que no y refunfuñás. Él insiste en saber quién era y vos le decís que no importa. Levantás la mirada y no ves a nadie conocido cerca. No lo vés a Dani. Te quedás más tranquila pero empezás a subir el ritmo de tu caminata para salir rápido de ahí. Lo hacés paulatinamente para que Juan no se de cuenta. De todas formas, él se da cuenta y te dice que pares. Te pide que le digas que pasa o no se van de ahí.

(Los lectores decidieron que Cecilia le cuenta a Juan lo que está pasando.)

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