martes, 14 de diciembre de 2010

Episodio 22: Valiente

Le preguntás a Juan si te cree que ese hombre era Dani y te pide que te calmes. Te dice que te tranquilices y le reiterás la pregunta. Te contesta que sí, pero que ahora no pueden hacer nada. Empezás a pensar, no querés que te tomen por loca. Cada vez vas llorando menos, tu atención está puesta en el pensar como seguir. Se te acerca el policía y te pregunta si vas a hacer la denuncia. Lo pensás y desistís. Te ofrece ayuda y también le contestás que no. Lo mirás a Juan y le decís: “sé que no soy quién para involucrarte pero siento cosas por vos y quiero que me creas. Vamos a buscarlo a Dani a la casa para que veas que no miento. Por favor. “. Te mira y no tan seguro te contesta que sí, que van a ir cuando estés más tranquila. Le decís que ahora querés ir para la casa de tu ex, él traga saliva y acepta.

Suben a un taxi, no te importa nada. Querés ya llegar para demostrarle que no estás loca. Ese hombre que negaba su identidad, es quién vos decís. No podés estar tan errada. ¿Cómo podrías? El taxi avanza y el silencio es atroz. Juan te agarra la mano y mucho no te importa. Te empieza a acariciar la palma. A vos sólo te importa llegar para demostrarlo. Él intenta darte charla pero vos sos cortante. Estás enceguecida por una meta: que Juan te crea. Sabés que él tiene sus dudas y te apena un poco eso. Aunque también sabés que no le podés exigir más que lo que te está dando esa persona que hace poco era un total desconocido en tu vida. Ahí te detenés mentalmente un segundo. Dudás sobre lo que estás haciendo, sobre las consecuencias, pero inmediatamente volvés al estado anterior. Aún con más fuerza. Con esa duda sólo reforzaste tu estado de ira y de convicción por querer demostrar. Están llegando y viene otra duda: ¿una vez que lo vea, qué onda? Decidís dejarlo al azar. Por una vez en tu vida tenés que estar entregada a lo que pase, no podés programar todo.

Recién cuando le decís al taxista que en un par de cuadras es el lugar, sentís que al lado tuyo tenés un hombre de verdad. Bien valiente. Lo escuchás a Juan decirte: “no voy a permitir que te pase nada. Yo me bajo acá, lo espero hasta que llegue ese hombre y veré que tengo que hacer. Pero no te voy a poner en riesgo, de ninguna manera”. Te da entre ternura y desconcierto. Intentás negarte pero su convicción es muy fuerte. Te pide que lo esperés en tu casa que en cuanto termine de comprobar lo que decís y de ver cómo resolver lo que te está haciendo tu ex, va para allá. Se baja del taxi, te da un beso, te pide que no te preocupes que él va a estar bien. Cuando le querés decir que deseás que no le pase nada, te calla y le dice al taxista tu dirección. Vos le marcás la puerta exacta de donde vive Dani y comenzás a lagrimear. Ves como cierra la puerta del vehículo. Saludás con la mano y no lo querés perder de vista. Lo seguís mirando hasta que el taxi dobla en una esquina.

“¿Qué estoy haciendo?”, te preguntás. Empezás a pensar que enloqueciste. ¿Y si en realidad flasheaste cualquiera y estás entrando en un estado desconocido? ¿Acaso acusaste a un hombre cualquiera de ser quién te está persiguiendo? Y si no, ¿de qué se trata tu reacción? ¿Mirá si pusiste en riesgo la vida del hombre que recién estabas empezando a conocer? ¿Qué le hará a Dani? Extrañás el estado de furia donde las dudas no te acompañaban. Vés como el taxi avanza y tu desconcierto también. Llegan a tu casa, le vas a pagar y el taxista te dice que tu acompañante ya le pagó. ¿Cuándo fue eso? Te das cuenta que necesitás descasar urgente. Subís rápido a tu departamento, te sacás la ropa y agarrás el celular. Querés hablar con alguien y al mismo tiempo no querés involucrar a nadie más. Tu mamá, se va a asustar. Tu amiga Julia, no es el momento de volver a verla. Tu hermano, puede hacer desastres. Te acostás, ponés una película a ver si te dormís. No te concentrás ni de casualidad en lo que vés. Esperás que te llame Juan rápido con novedades. Respirás profundo, te concentrás en tu respiración y te quedás profundamente dormida como si te resignaras a que sea lo que Dios quiera.

(Los lectores decidieron que llaman del hospital que le pasó algo a Juan.)

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