martes, 2 de noviembre de 2010

Episodio 16: Plaza cariño

Tu cabeza relajada hace que pienses en la nada. O por lo menos que no te preocués por lo que está pasando por ella. Recién volvés al aquí y ahora cuando lo ves a Juan entrar por la puerta y le sonreís. Se recuesta a tu lado y le acariciás la cabellera. Le dás un besito en la mejilla. Un silencio total en el cuarto. Ves como se recuesta sobre un costado para mirarte y se acomoda en posición fetal. Te acostás a su lado y lo abrazás. Te abraza y te enrolla con sus piernas por la cintura. Empiezan a pensar que pueden hacer durante el día y desechan ver una película e ir a tomar algo en algún bar. Terminan coincidiendo que lo mejor es salir a caminar y ver qué onda. Tras varios amagues e intentos fallidos por bajar, lo logran. Le hacés notar que si no se levantaban ahora, no se levantaban más. Se ríe.

Bajan y recién ahí te das cuenta cuanto necesitabas un poco de aire fresco. Te refresca y te da fuerza para seguir el día. Caminan algunas cuadras y él se acuerda que hay una plaza a un par de cuadras. Para allá van. En el camino él te sigue sorprendiendo, te parece que es de esos hombres que creías que ya no existían más. Siempre va caminando por el lado de la calle para que vos estés resguardada entre él y la pared. Un detalle. Para vos, gigante.

En la esquina, antes de llegar a la plaza, entran en el shop de una estación de servicio, compran un mate listo, un termo (que el encargado lo llena) y unos bizcochitos. Ante la pregunta de si querés algo más, te agarrás un chocolatito al costado de la caja. Obviamente no te deja pagar. Cruzan, se sientan y vos te encendés un cigarrillo, te acostás en el pasto y contemplás el cielo. Es un día perfecto.

El día pasa y vos seguís relajada. Te sentís rara en esa comodidad aunque es un estado que no querés abandonar. Cada tanto le suena el celular, vos empezás a creer que es de su estudio para que vaya a trabajar pero después te das cuenta que todo lo arregla desde ahí. Te alivia saber que no sos la única que quiere pasar más tiempo en esa situación. Conocés más de ese hombre que tenés enfrente tuyo. Entre mates y bizcochitos, te enterás que estudió varias carreras, que dejó casi todas, que se recibió de diseñador gráfico, que se puso su propio estudio hace ya casi 2 años, que toca el saxo, que estuvo de novio por mucho tiempo, que le gusta mucho el cine. Ya pasadas las 3 de la tarde te das cuenta que él era mucho más cariñoso cuando estaban encerrados en una casa. Te dio algunos besos y algunas caricias pero no como había sido hasta acá y te había gustado tanto, así que lo inducís a ir a algún lugar cerrado. Proponés moverse de ahí y él acepta. Lo esperás un minuto que va a tirar los restos de lo que comieron y empiezan a caminar. Le tomás del brazo, lo sentís incomodo y los soltás. Él te pregunta porque lo soltaste, así que lo agarrás de vuelta. Caminan algunas cuadras y van de vuelta para el lado de tu casa. Cuando están llegando, te das cuenta que en la puerta hay un auto que te suena conocido así que te acercás de a poco. Para ese momento, algunas nubes ya habían empezado a salir.

(Los lectores decidieron que Cecilia le dice a Juan que quiere ir para la casa de él y se van de ahí.)

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